Si nuestro mayor valor son las personas
muertas y en consecuencia las personas vivas están mentalmente cadavéricas,
necesario será que alguien nos diga como cavar el sepulcro mental y, por el
revulsivo poder, nos traiga de vuelta a la vida.
Negar la propiedad de un país que es el
nuestro es tan asustador como el terror que puede despertar la cara fea de
Gorgona o el estilo despojado de la medusa, despótica y arrogante diva
mediática. Nuestro ilustre y venerado conde
incurre en técnicas asemejadas para elevarse al pórtico de la gloria y, de
manos dadas con el matamoros, suelta por la cabeza cobras y lagartos, en
insurgencia explicita contra tocadores
de narinas exóticas y ministras que niegan lo que nuestros ojos ven, nuestras
orejas escuchan, nuestros narices huelen y, por el tacto de la corporación
inerte, hacen que el cuerpo tiemble en presencia del apocalipsis.
El tema queda perjudicado por
limitaciones impuestas, que impiden alongarse en la cueva de los mil
caracteres.
Hoy el tema va de profesión desasistida.
Habría que ponerse en el trasero de algunos para descubrir el peso de la
intención de los otros, pues no necesitamos de lengua propia para bandonear
ironías, ni unhas pintadas paras ocultar lO sucio que la uña transporta. Pues
es sabido que transitando por el vernáculo seica se pode, seica se sabe e
seica, mismo con la pierda de habilidades, todo puede ser de recibo.
Temo que el dolce far niente no sea
privilegio exclusivo de los sometidos a la gracia o desgracia de la
orquidectomia. Muchas otras clases poseen trasero en pleno gozo de lo que la
vida le reserva; y lo merecen por haber currado decenas de años en actividades
generadoras de toda clase de pasiones: melancolía, impotencia para salir de un
estado frustrante, serenidad para continuar remando, ira para provocar reacción
al bajo interés y, quien sabe, todo lo que el animal erectus sabe, quiere y le
permiten hacer.
Todo que se diga del crítico también se
puede decir del criticado, pues, ya decía Parmenides, “De la nada nada sale”. Todos
pueden hacer su particular puzle, arrastrar ficha para el juego y dejar que
viva la Pepa.
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