jueves, 20 de noviembre de 2014

ELLOS Y ELLAS

Son tiempos para recordar los días idos y vividos, y para recordarlos con la intensidad que la morriña gallega consigue expresar. Recordemos, pues, las lembranzas, y permitamos que fluyan con la libertad que desliza el agua por las correderas encauzadas por  cañones del Sil. Sabemos cómo entre viñas y vinos transcurre alegre y feliz hacia su destino final, que es el mar… que es el morir.

Percepciones diferentes, sentimientos distintos. Me casé joven. Recibí los sacramentos por manos del obispo de una importante diócesis de la Galicia Tropical. Mi contrato con Dios rezaba que la unión sería indisoluble, misma en los momentos agitados por tormentas temporales. Aceptamos compartir el bienestar de la prosperidad y concordamos en ser solidarios delante de las agruras de la pobreza. Ella fue mi bastón y pareja  para bailar la jota cuando fui atacado por el tormento de la gota. Ahora cabe a mí protegerla cuando desde la altura de los años su cuerpo sufre el  vértigo de la edad.

 Con idiosincrasias distintas, abolimos de común acuerdo la ley Sálica, que excluía la mujer en la gobernanza del patrio fogar; adherimos a la ley Áulica  como símbolo de perfecta simetría entre nuestros  poderes; aceptamos el slogan de los Trastámaras “Tanto Monta, Monta Tanto” y, en movimiento pendular, ella me dio hijos, y los hijos me dieron nietas. Los bordes sólidos del Sil impidieron el transborde del rio. Construimos nuestra ecuación de vida y no la cambiamos en los momentos que el resultado no se mostraba acorde con el resultado esperado.

El tiempo es un convenio que el pensamiento transgrede voluptuosamente por la tonificante rotación terrestre sobre sí misma. Ella trae cambios, y los cambios son perceptibles siempre que completamos el viaje de ida y vuelta alrededor del Sol. De regreso, constatamos las diferencias entre los iguales, la presencia de los móviles y el abuso de comisiones impuestas en absoluto régimen de libertad asimétrica. En una reflexión sugerente y necesaria, con píldora o sin píldora, la vida continúa girando en torno de sí misma, y entre ellos y ellas todo sigue igual.


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