“Pau
que estica torto morre torto”. Como podrá la partitocracia bandearse a la
democracia cuando su objetivo y principal deseo es la cleptocracia? No sería el
impuesto la principal prueba de tan virtuoso principio y fin de su existencia?
La gran mayoría de los votantes fuimos
bautizados como ingenuos, cándidos y genios corderos, luego los cambios no son
permitidos a nuestra idiosincrasia villana. Aunque lo intentemos, el cambio
será harto difícil. Y todavía mucho más difícil si consideramos que el voto de
toda la gran masa de genios ingenuos solo sirve para homologar la cleptomania
de la tan respectada y enriquecida clase de corderos montañeses.
Nos
han hecho pensar que el hábito no hace al monje. Fue inútil recomendación de que no se debe
juzgar por las apariencias externas. Aquí nadie juzga la capilla que cubre la
cabeza del hombre, se trata de constatar lo constatado a lo largo de un gran
abanico de situaciones. Ya conocemos la bandera que visten la esencia de los
elementos que componen la partitocracia. Hay excepciones, es verdad, pero ellas
son eliminadas por un rígido control interno y el dulce perfume de la pureza se
evapora en recuerdos de prudente resignación.
Para
la cleptocracia, los medios justifican su misión. Y todos los medios, para
ser atractivos, vienen rellenos de
aparentes bondades, todas crujientes en papel maché.
Un
nuevo cleptopartido, estructurado por tan ilustres candidatos, como aquellos
que usted sugiere por este medio
digital, sería un suceso con garantía de calidad, entendida la calidad como
reproducción exacta de lo proyectado en las intrigantes intenciones.
Parece
usted muy modesto en el número de colas anudadas al chicote del peón
expuesto. Forman legión y, como la legionela, son aptas a producir profundo
dolor de cabeza, que puede variar entre una simple sorpresa o una mortal
pulmonía.
Cambiar
el rumbo es tarea difícil, mismo para un experimentado marinero, mormente si la
galera no lleva remos y el viento no ayuda.
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