domingo, 18 de abril de 2010

EXTRAÑOS AFAGOS

No merecía usted tanta explicación por sus particulares valores de fe y creencia personal en los fundamentos de la dignidad humana, tan ignorada en las costumbres oligarcas de los que maniobraran la falsa democracia y se olvidaran de incluirnos en los beneficios que la idolatría ha producido en su proceso de falso progreso, y que ahora quieren descortinarla para mostrar sus reales colores y olores con sufrimientos que se reproducen como la cruz del calvario.
Felicidad y virtuosismo no reflejan conceptos de sinonimia, como suponía el estoico  griego, a quien usted se refiere en el escrito de esta semana. El virtuosismo de Cristo, decididamente, no transmite felicidad en los momentos que preceden al último suspiro de Dios en cuanto era hombre. Pero no cabe duda que la imagen de tan cruel sufrimiento hizo ponderar el sabio griego y pensar que era mejor vivir esclavo en la corte de Nero, aunque le partieran una pierna, que morir libre martirizado en la cruz.
Oh, Dios, hágase de mí tu voluntad. No quiero nada que a tus ojos parezca malo. Me comportaré en la vida como en un banquete; comeré lo que pongan en el plato y no pediré temerariamente los cuarenta millones que por mi fe de tesorero  y apóstol de galilea puedo obtener del sable romano.
El deseo es insaciable para quien todo lo posee le parece pequeño. Y no vale echar la culpa al gobierno central, pues es en Santiago que vibra la mano que suscita la opinión por sospecha de que apetecen obras que son nuestras: cuerpo, alma, trabajo, hacienda y reputación
Nada más resta al ánimo cuando no dejan nada para sentir, pues otra cosa no considera sino vanidad al hecho de comer, beber, vestir, haber familia y tener hogar.
La conciencia de Galicia ha nacido emigrando con mucho apego al riego que atrás iba quedando. Es una impresión que desvanece al leer la opinión de Juantiburcio, que da a entender que la tierra ha dejado de ser recta y plana para ser gorda y redonda por haber comido 200 millones de euros en 25 años. Con tamaña redondez, los mil ríos, que antes eran fértiles y bien poblados, hoy se ven sucios y asexuados, sin trucha ni harpa para resonar viejas canciones e historias de felices paisanos, como bien lo explica Juantiburcio, el estoico de Santiago: Hoy, esta tarde, no tenemos pan sobre la mesa, yo y mis hijos rezaremos un padre nuestro, y un padre de-los-otros, además de un ave María, y estoy seguro que nos iremos a la cama con la cabeza llena de ilusiones, pero con las tripas chillando y haciendo extraños afagos…”

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