domingo, 9 de octubre de 2011

GAVIOTA EN EL ROSAL

La rosa esta triste, mustia, desalentada y las ráfagas de un viento otoñal abrasador acabaron de secarla. La rosa, que ayer parecía encarnada, hoy no está roja, es rosa, rosa  azul, como la aurora de todo amanecer. El rocío la enrojece y a la gaviota  le causa pudor. Y,  con tanta pena, la gaviota se entusiasma  como el asno de oro, muy enfrascada con viejos cuentos de la magia antigua. Armada como Cupido, con alas, saetas y lanzas de hielo,  para fingir amor y mostrar recelo contra la rosa en su florida hermosura, ya tocan trompetas y sus tritones buscan el palio para esconderse del sol y refrescarse en la mar.



La gaviota dramatiza el conflicto aromático durante el cambio de estación. Así fue el intento de Pancho con su oda a la rosa, ondeando sus pétalas con firme ademán de resecarlas todavía más. Vio la rosa gris como señal de desconsuelo y aborrecimiento. Pisó en la rosa azul que le ofrecía confianza y afecto. Confundió una rosa verde con el musgo al perder la esperanza en que descansa la juventud. La  rosa violeta no le dio suficiente calma para mantenerse en equilibrio controlado. Vio obscuridad en la rosa negra y de su sombra concluye que todas las rosas morirán tristes y solas.

El otoño es buen momento para acariciar el suelo en que se plantarán los rosales. Gaviotas y rosas son necesarias. Cultivemos la rosa en tierra fértil para que los rosales puedan alegrar con sus colores la buena vista de la gaviota pescadora.

No hay comentarios:

Publicar un comentario