jueves, 20 de octubre de 2011

SOSPECHOSA LLUVIA



La paridad, por ejemplo, yo la retiro del gran apuro que a todos debía causarnos vergüenza, y, sin embargo, mostramos contento cuando la paridad nos ofrece ventaja, sin que veamos a nuestro alrededor y fuera de lo que nos rodea nada que la justifique. Velai, mi muy señor conde, el término justicia: sustantivo insulso, abstracto de paridad indefinida y que se ajusta a cualquier caso del mundo financiero.

Concitado por la anuencia de su dulce escrito a orilla de la arena bañada por la plata y ungido por la brisa marina que me alcanza desde el monte que veo, me niego a decirle lo que usted me ha dicho sin querer decirlo por el cuidado que vostede ha tenido para que yo no me enterase de lo que usted no quería contar. Ahora, a mí toca vez para represaliarlo. Y yo no se lo cuento. !Que no, que no, que no se lo digo! Y no lo diré aunque caiga aquel chaparrón encima de las calles de Corcubión o vallan todos sus lectores de folga parrandera a las calles de Vigo.

Apago la luz del candil que alumea los ojos y pongo un tampón en las orejas para que nadie me escuche y, para que ningún investigador me identifique por el olor, siembro incienso embotellado, que esparramo a la bolea de este mi botafumeiro pantanero.

En clima tan idílico, simulo imagen con agudeza y perspicacia, que la vista no consigue alcanzar y mis oídos jamás conseguirían escuchar desde tan distante lugar. Es la sagacidad de lo perspicuo, brotando desde el profundo pantano de la existencia a la serenidad clara, de nítida transparencia y diáfano sentido, por sus bien coordinados puntos cardinales.

Con todo el escrúpulo de un perfecto escapulario cuenta usted haber depositado en la cuenta del otario quince euros a cambio de lo que cuenta Borges, que otro cuento no es sino el sonido del viento que embaraza el tedio con insomnios de la aurora resecada y que enturbia el sueño por el eco traído por la resaca en hombro del hombre-liquen desde la costa del sol poniente.

Es el idioma de la argenta plata confrontada entre dos monedas paridas en tiempos y lugares diferentes. Habiendo un origen común en el infinito tiempo que dio origen a la humanidad, la unidad de un modelo de cambio debía ser única, terca y trasferible. Pero no lo es, porque la justicia del interés siempre se adapta a su justa definición. ¿Como se puede explicar que por un libro de Borges Alfredo pague cinco euros y por un libro de Alfredo los borgianos paguen más de veinte en Galicia, y a mi cobren sesenta reales si quiero comprarlo en San Caetano? Seguramente la explicación no tiene cabida en la ley de oferta y busca. Habrá que encontrarla en la mano invisible que se esconde atrás del estado. Y aquí vale desvelar la veleidad de lo dicho por Conde, ¿Qué dice más, lo conspicuo perspicuo o lo visible y claro?

 Habrá que esperar la llegada de mañana, para que la mirada introspecta o circusnpecta de mi venerado conde se aclare bruscamente en la tarde de una lluvia sospechosa.

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