Una vez un ruiseñor, con la clara del alora, quedó preso de una flor, lejos de su ruiseñora. Dile que no hay colores que yo no tenga. Dile que me muero de amores, dile que venga antes que muera. Dile que pocos atascan sus arcas con plata y oro. Dile que muchos nos hundimos; ellos también se hundirán por el sudor de la piel que inundan los valles. Dile que venga para salvar la lengua del rodaballo preso en esa falsa conserva.
La verdad, únicamente la verdad y nada más que la verdad es lo que sale de mis entrañas cuando abro la boca. Y la digo para arrojar lo que no me gusta, pues lo que el estómago no digiere, en la cabeza no se queda; aunque por la lengua llore y desee, por la crítica, alejar el mal que el error espanta cuando habla del gobierno nacional.
Las cosas son como se miran. Si el gobierno autonómico deja morir sus paisanos, a Napoleón sobraba razón, es un error perdonable. Cuando los paisanos vigilan el gobierno, más que un simple deber es una traición inexcusable. Todavía peor, cuando en sitio democrático reservan la palabra al político de plantón y estos ahogan la voz del pueblo, nada bueno se puede esperar.
Dentro de unos días se acaba más un año que de santo no ha tenido nada. Los dos cajones se han fundido y ya hablan de venderlos al valor de un préstamo del FROB. Ya he hablado de mi poca fe en el negocio. He pedido ayudas al cielo y las juntas autoritarias me enviaron al infierno de la fragua. No me quedo corto si yo digo que por aquí ando, mirando desde la torre de PISA como se inclina la Tierra. Curioso, ¿verdad? Galicia no es ni estado y tiene diputados campeones de natación, nadan en la cabeza de los que siguen atrás. Lo digo porque usted lo dice, y si la palabra no pertenece al pueblo, lo que salga del parlamento será normal, aunque mal nos haga. Adeus, Natali.
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