domingo, 12 de diciembre de 2010

JUAN SIN QUEJA

Mi buen y respectado amigo Gerardo:
El tiempo por aquí está maravilloso, azul, caliente y, de común con Galicia, muy lluvioso. Los días son más largos y crecerán un poco más hasta el fin del mes. Después, el péndulo marcará el retroceso natural en dirección al invierno, que por esas bandas del apóstol Santiago llamáis verano. La navidad por aquí es tiempo de inundaciones y alguna que otra desgracia, pero también es tiempo de mucha ilusión, de esperanza y mucha fe para que no se repita el daño que la inflación ha provocado, en estas bandas, durante cincuenta años.
Bueno, ni todo es exactamente ilusión con esperanza y caridad. La caixa, que parecía un sueño de honestidad, ha sido vendida a un banco mayor y más poderoso. Este sí sabe trabajar y ha resuelto aumentar sus ganancias cobrando lo que cree conveniente para mantener mi cuenta en su lugar. Como vivo en un país libre, me han ofrecido la libertad de cambiar de caja si el cajón no se muestra fiel a mi conveniencia.  De lo dicho al hecho, me cambié de caja y me senté en otro banco, este también grande y poderoso, además de federal. De cara, financiaron alegremente lo que yo estaba necesitando  para no caer en el foso de la inadimplencia, palabra que vosotros ignoráis pero que por aquí integra el currículo de todo pobre deudor.
Una noticia poco esperanzadora es el aviso de que van restringir el montante de la financiación y que el sector automovilístico se las tendrá que componer como pueda cuando llegue la ocasión. Ya sabemos: menos coches vendidos, menos empleos atendidos para superar el montante anterior de capitalización, pues, si el obrero no tiene remedio, habrá que salvar el capital; qué muy bien lo saben los políticos de cualquier lugar, globales o parroquiales, sin moneda fuerte no tendrán pan, a no ser que vuelvan al campo y cosechen la moneda en forma de trigal.
Hay otro hecho que deseo que usted conozca. A mi fue contado por mi primo Juan, hombre del mar y pescador envejecido hasta que la muerte lo llevó. Cuidaba de la alimentación de la fogosa caldera de un barco que yo vi construir en la ribera, cuando la ribera existía en la ría de Cee. Sorprendido el buque por la impiedad del tiempo, que de tiempo en tiempo se irrita a cualquier coste, dependía de su esfuerzo la velocidad del buque, que debía ser mantenida para que las olas no lo tragasen y en el desfiladero del pozo atlántico muriese toda la tripulación. El primo Juan era un hombre valiente, noble y pobre y esto ocurrió cuando la codorniz temblaba por el frio de un fresco general  y en estas costas advocaba un castro celta del lugar. Juan fue un hombre valiente y noble, y por ser muy pobre jamás se quejó.
Galorego, ex obrero del mundo.

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