sábado, 25 de diciembre de 2010

FELIZ NADAL

Desear un feliz nadal este año me parece la misma cosa que desear un feliz vuelo a quien se ve arrojado por el despeñadero. No fue un año para felicitar mucha cosa, además del equipo nacional en internacional contienda. Muchos hogares ya no tienen ni el calor que el niño tuvo en el cocho de Belén hace dos mil y diez años. Esto es malo, porque significa que para ellos el mundo no ha evolucionado absolutamente nada. ¿A donde fue parar el producto de nuestro esfuerzo, las horas perdidas en el estudio, en el trabajo laboral de toda una vida de millones de individuos, trabajadores por una causa común?
No podemos llamar bienaventurados a los parados contra su voluntad, pues de ellos se nutre el fuego del infierno. Ellos son una prioridad insoslayable y el Gobierno de España y su Rey no pueden dejarlos al arbitrio de la mala suerte. No les pidamos que mejoren en educación, pues la tienen (la tenemos) para dar y vender; no nos pidan para mejorar en productividad y competitividad, pues ya lo pidieron y, respondiendo con productividad y competencia, eliminamos trabajo del proceso productivo y nos mandaron exhibir por las calles el gran premio de la desocupación.
Las reformas necesarias para acumular riqueza y mantener nuestros cuerpos en el pelotón de cabeza no crearán empleo, y sin empleo la protección social desvanece en falsos compromisos de cohesión partidaria. Si disponíamos de las condiciones e  instrumentos para salir de la crisis, ¿qué condiciones e instrumentos son esos que nos han dejado caer en ella?
¿Que valor podemos dar al orgullo de la pluralidad y diversidad de todos esos millones de desempleados y su dependientes necesarios? Coaccionados por el deber impositivo de mantenerse parado, ¿como pueden ser esas personas laboriosas y creativas en el esplendor de su juventud si las empresas punteras por orden de la automatización reniegan su trabajo? 
Si queremos cuidar el futuro, debemos cuidar primero el presente y mirar a nuestro alrededor como estamos. Sin la visión de un pequeño paso jamás haremos una gran caminada. Y esto, como lo afirma mi Rey, ha puesto de relieve lo evidente, pues lo que daña a una parte del cuerpo, daña el ser entero. Y esto es verdad, aunque algunos se crean enteros por una justa mitad.
De cualquier modo, la natividad es siempre una data que simboliza el momento en que vimos la luz por vez primera. Si hasta aquí hemos llegado y somos jóvenes, alguna cosa debemos hacer para salir de este sufrimiento. Busquemos en este día de solidaridad festiva la luz que ilumine el camino que nos tirará del agobio.
En tal sentido, a todos, amigos, hermanos, parientes y paisanos,
UN FELIZ NADAL

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