jueves, 23 de diciembre de 2010

XAN DO BARRO, IV

En la epístola al cielo se escribía:
“La misericordia del señor duerme con vos. Soy un extranjero que quiere estar en tu país y por ahí vivir ricamente. Expreso mi gratitud por la honra de haber existido bajo el palio y bandera de Perceebes y, en especial, derramo mi gratitud a los pies de Xan do Barro, el primer aldeano de los castros de Perceebes y las viñas del Sil.
 Me explico mejor: yo fui un mal tratado, pobre y arruinado por las orgías  del mundo. Oí hablar del paraíso de la tierra y decidí marchar hacia ella por el camino que sale de Roncesvalles y sigue las estrellas que iluminan el campo santo. Era de madrugada cuando yo alcancé ese gran país y por él me enamoré, aun si llevar un duro en el bolsillo. Creía suficiente pedir con buenos modos e hice mi pedido a un hombre bueno, que por nombre se llamaba Xan. Xan a secas, Xan nacido del Barro. Yo era un bagamundo, un trotamundo arruinado y, un poco sinvergüenza, pedí un euro emprestado. Imploré al hombre cierto y este se llamaba Xan ,humano  nacido de un huevo retirado del barro. Xan me dio la única moneda que tenía; la guardara para pagar la primera misa que habría después del tiempo creado. Ese euro me dio mucha suerte. Compré un billete de la once y me tocó el premio del gordo. Jugué todo lo ganado en una nueva tacada y volví a ganar. Fue así que me hice rico. La riqueza da poder y hace santo el hombre; con dinero todo se compra, incluso el tiempo y otras cosas más de lo que no es prudente hablar. Aquí hay un nombre  muy puro y todo a su vuelta es incorruptible, puedo confiar en él y financiar todo el dinero que la cobra pide para investir en el manzano y librar Xan de la maldición que impide comer el fruto  delicioso, que pende desafiante  en el manzanal reservado a los caprichos del niño”.
Xan, un poco entorpecido por el brillo del oro, llevó las manos a sus ojos y con la yema de los dedos hizo una leve frotación. Sacudió la cabeza como que queriéndose despertar y tuvo la primera y gran visión del futuro: cientos de ángeles vestidos de cifrón ($)  La mujer, a su lado, lívida como la blanca paloma, no sabia lo que decir.
- Amo y amor mío - se animó a hablar - tengo en esta caja una propuesta que podrá cambiar nuestras vidas. El extranjero te empresta su oro y confía en que lo has de gastar en una obra justa y meritosa. Lo hace porque sabe que eres un hombre simple y honesto; sabe que lo has de devolver cuando cumpla la misión de hacernos tan ricos como tu euro donado ha hecho rico a él. Pide también que por motivo de reposición de las perdidas que el oro tiene al paso del tiempo, le devuelvas a cada fin de mes, a titulo de rédito, un poquito del oro que él nos deja en la caja.
A veces, amigos míos, la idea surge, crece y determina la trilla que otros habrán de seguirla cuando lo crean necesario. Pero cuando es necesario perseguirla y dos se unen en el camino, antes de alcanzar la meta uno de los dos creerá que el otro es desnecesario. No era otra la idea original que se engendraba en el paraíso autonómico de Perceebes.

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