domingo, 19 de diciembre de 2010

LA MAZA

En estos días, considerando la grandeza de los hechos registrados sobre el mantel de piel de cuero que cubre parte de la península, me parece cándido arquitectar cualquier opinión a respecto de algo que se le aproxime en orden de grandeza. Quien diría que los pacíficos paisanos de mi generación se transformarían en los beligerantes ciudadanos de una despedazada nación, unida por la imposición tributaria y nada más. “Si no creyera en la locura de la garganta del sinsonte; si no creyera que en el monte se esconde el trino y la pavura”, diría de mi vida: “yo nací en una rivera allá en el medio del monte y te canto mi guajira como lo hace el sinzontle”.
Dice Raul Castro: “O rectificamos o nos hundimos”.
Un agujero más y nos vamos justo a pique, juntos, todas las juntas - parecen decir las últimas noticias.
En la península se vive aflictivo por la amenaza de quien no sabemos lo que son; la única referencia a su malignidad es que son creedores de algo. En la isla del Caribe se vive angustiado por la ausencia de la oportunidad de endeudarse. Para adecuarse a las circunstancias de la deuda, España cuenta con cinco millones de desempleados. Cuba, para adaptarse al vicio de la capitalización, se prepara para echar a la calle medio millón de los ocupados en el estado de la salvación; decir que sobran un millón de puestos de trabajo es la misma cosa que decir que un millón de personas aptas al trabajo están clasificadas para poblar el arca que se hundirá.
En España la cosa va de mal a peor, porque habiendo cinco millones de desempleados ¿como pueden justificar que se aumente el tiempo de trabajo para los que están en la hora de descansar continúen trabajando? Descansarán, estoy seguro,  cuando se encuentren con una carta de despedida, allá por sus cincuenta y pico de vida. “El corazón, si no creyera en la balanza, en la razón del equilibrio”, hará lo que sabe hacer en tales circunstancias, colapsar, infartar, obstruir, impedir que la vida siga viviendo sin alguna razón para vivirla.
Cuba piensa en una reforma de calado, qué cambiará el país como ha cambiado el país que hoy todavía se llama España. Por aquí, aunque estemos fuera del triangulo de las Bermudas, el calado cala más hondo, lo suficiente para callar los cinco millones de bocas que sobran, las otras que no secuentan y algunas más que vendrán.
Por las calles de Madrid hondea vigorosa una multitud de paños rojos manchados de blanco con la sigla UGT y CCOO. De momento el gobierno español va preparado algunas medidas de explosión combinada, como lo son la flexibilización de las leyes del despido y la inflexibilización por mejores condiciones de jubilación. Dicen que lo hace para mejorar sus relaciones con el sistema financiero internacional. Lo que para mí no está muy claro es la bandera que izarán en el mastro principal de la barca que pondrán a pique.
“Si no creyera en algo puro, si no creyera en el deseo, si no creyera en lo que creo, si no creyera en cada herida, si no creyera en quien me escucha, si no creyera en lo que duele, si no creyera en lo que quede, si no creyera en lo que lucha... ¿qué cosa fuera, corazón, qué cosa fuera? ¿qué cosa fuera la maza sin cantera? un testaferro del traidor de los aplausos, un servidor de pasado en copa nueva, un eternizador de dioses del ocaso, júbilo hervido con trapo y lentejuela...

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