miércoles, 3 de diciembre de 2008

DEMANDA MILLONARIA

DEMANDA MILLONARIA 

Los dogmas económicos ya no producen más efecto sobre el curso de la economía social. La ciencia médica también pierde poder en la mente de los mayores cuando observamos que la naturaleza es mucho más rigurosa en sus designios de fatalidad por decurso de plazo. Los hechizos, muy útiles en su tiempo, hoy poca atención despiertan. La piedad religiosa es un hábito vicioso que todavía en las aldeas despeja el ánimo de los encuentros y reencuentros sociales.

En materia de demanda y desempleo, la estrecha relación entre esos dos atributos es como el huevo y la gallina, que unidos por un cordón preso en el centro giran en lados opuestos, sin saber el huevo la causa que le ha dado origen ni la gallina pretende entender el  por qué se lo pone. Es así que fue, es así que es y es así que será.

Nosotros no somos gallinos ni ponemos huevos y aunque es verdad que como ellos estamos amarrados a un origen idéntico, de tanto ver la banda pasar, como Carolina na janela, aprendimos a pensar y eso nos ha hecho creer que podemos discurrir, discutir y tergiversar sobre los salmos de la clásica economía.

En los últimos años comimos robellones por influencia de la ilusión financiera aliada al arte de la tecnología especulativa muy bien protegida por vándalos de la santa corrupción. De expresión muy distinta, con esporas de oro, de talante filamentoso y micelio ramificado, esta fuerza, expansiva como el hongo atómico de Hiroshima, fue devorando todo principio orgánico existente en la tierra. Finalmente alcanzamos el tercer milenio de la era cristiana y, como en los tiempos del Salvador,  vivimos con cada quien y su propia cruz sobre las espaldas. Renace la fe sobre la necesidad de un nuevo salvador capaz de redimir los pecados cometidos por todos los economistas, desde Adam, con su rica nación,  hasta la fosforada aldea global del pleno empleo.

No avanzaremos un paso partiendo de la premisa que el desempleo es reflejo de una caída de la demanda. La idea contraria traza un camino más seguro para entender las causas de la actual crisis. La demanda potencial continua presente y más vigorosa que nunca. Hay presión de demanda en los hospitales, en los centros de colocación, en los deseos de comprar coche nuevo, en el ansia de viajar y conocer nuevas amistades, en tener una casa en el campo y otra en la playa, un nuevo ordenador, una televisión digital, un móvil que te gasta lo que tienes y no sirve para nada. Hay demanda de administradores inteligentes, artistas geniosos, políticos decentes, partidos democráticos. La demanda es omnipresente donde quiera que la queramos encontrar. Ya, el empleo… ¡Hum!... Este señor está en crisis por propia vocación, porque es el empleo (en su concepto de trabajo competitivo) la causa y consecuencia de su propia destrucción. Yo, en mi humilde y modesta arrogancia discursiva, fui victima de los rigores de la teoría competitiva. Al querer hacer más en menos tiempo absorbíamos mucho empleo. Empleo de calidad generaba demanda por nuevo empleo y los nuevos empleados compraban casas y cosas para sus vidas con calidad. Un día descubrimos que se podían hacer mas cosas con menos personas y muchos menos problemas. Esta idea creció como un hongo atómico y se esparramó por toda la Tierra. Contaminado por el embrujo de tan macabra idea perdí mi empleo. La empresa continúa ahí, mendicante de millones al Tesoro para no caer. Dice que no vende. No vende porque no hay crédito. No hay crédito porque no hay empleo. No hay empleo porque no es más necesario a la vida de los millonarios. ¿Será?

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