lunes, 8 de diciembre de 2008

ZAPATILLA VOLADORA

ZAPATILLA VOLADORA

La justicia, siendo ciega, le ponen un sable en la mano del que hará uso para producir un resultado que puede ser bueno o malo conforme las circunstancias del momento. El bisturí en mano de un cirujano también tiene el mismo efecto. La gran diferencia está en que el bisturí en manos hábiles sigue una trayectoria procurando respaldar la vida, aunque el resultado sea accidentalmente la muerte. El sable, blandido a ciegas, en nombre de lo justo también corta lo sano y de su resultado muchas veces adviene víctima que será atribuida a un malhechor de la ley, sin que nadie se atreva a culpar el proceso como legítimo gestor de un crimen perfecto.

Infelizmente la justicia es un negocio que da sueldo a mucha gente. El caso de Jaen, relatado por Gerardo Gonzalez, de La Voz, tendría una solución justa dentro de los principios de Justicia Restaurativa. En una sesión, que no llevaría más de dos horas, en un circulo estructurado para la paz, las partes componentes de un tan infante conflicto serían capaces de llegar a un acuerdo duradero, evitando en el futuro situaciones parecidas con el incidente de triste desfecho.

Es muy cómodo decir que del poder todo se acata aún cuando este sea causador de las más terribles penas. Es cómodo porque nos da miedo desafiarlo, aunque sepamos que tales penas no se adaptan a conceptos de moderación y razonabilidad que creemos existir en la cabeza de sabios togados. En pocos años, el niño, hoy con diez años de edad, no sabrá entender porque unos señores del juzgado de Jaén criminalizaron su madre por un accidente surgido al azar ciego de una zapatilla voladora. Ni yo, con la edad de Matusalén, consigo entenderlos.

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