martes, 28 de julio de 2009

De la RECIPROCIDAD al PERROFLAUTA (I)

De la RECIPROCIDAD al PERROFLAUTA (I)

A que extremos hemos llegado en la Galicia del euro. Durante toda mi vida he visto Galicia ser gobernada por gallegos. Era gallego el gobernante de España cuando a mis veinte años yo veía como primera opción de futuro un trabajo de carabinero en la legión africana. En segunda alternativa, la emigración surgía fuerte y poderosa, como la sirena de Ulises. No importaba a las autoridades el destino de nuestra vida, siendo la emigración nuestro deseo, ellas, las autoridades de cualquier rango, se encargarían de facilitar los trámites para que saliésemos de España, instrumentando nuestro histórico para que el regreso fuese penalizado con algún tipo de condena: para algunos significa el despotismo social por retornar cobardemente tan pobres como habían partido; para otros, específicamente en mi caso, significaba el destino poco glorioso de servir a la patria, aprendiendo en el interior de un uniforme del ejército de Franco como matar a los semejantes.

Mi retorno, cuarenta años después, marcó el ingreso por la puerta mayor del despotismo estatal y autonómico. En Madrid gobernaba Aznar, en Galicia, Fraga, y en Cee, un dominguero político a servicio de sus propios intereses.

Cansé de oír por boca de funcionarios locales que los retornados no eran nadie en Galicia. En Madrid me habían contado el cuento de que, siendo gallego, en Galicia me serían otorgados privilegios especiales para el reconocimiento de mi condición gallega y española. Afirmaban, a pesar de ser autenticados con la fe pública de un consulado español, haber algunas dudas cuanto a la autenticidad de mis documentos. De hecho, esa autenticidad fue cuestionada por funcionarios de un banco al verificar que el número de mi pasaporte correspondía a una señora residente en Andalucía. Bajo cualquier concepto, el caso debía extrapolar el fuero bancario y cair en manos de la policía. No ocurrió lo que sería lógico que ocurriera: el fraude documental tiene penalidades perfectamente tipificados en el Código Penal y a nadie interesaba inculpar un funcionario del gobierno. El interés derivado de una transacción bancaria también tiene su particular interés. La corrida atrás del bienestar a cualquier costo, en la economía moderna de endeudamiento por el placer de mostrar superioridad pasajera, se encargaría de mostrar el lado salvaje de su feroz embestida.

Mi retorno a Galicia fue un estado continuo de permanente angustia. Angustia por las respuestas indefinidas de autoridades locales, provinciales y autonómicas, a quienes recurrí, no para obtener subvenciones limosneras y sí para hacer valer los supuestos derechos al trabajo con calidad de mínima sustentabilidad de las necesidades elementales. Ni eso me fue concedido.

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