domingo, 12 de julio de 2009

TARTA GALLEGA

Creo que se atribuía a Quintana el apodo de pedichón gallego en Madrid. En calidad de joven senador iba bien ese mote al ex alcalde de Allariz. Decía el ex vicepresidente que un pacto consiste en negociar para llegar a un acuerdo y en la negociación algo siempre habrá que ceder cuando algo se quiere ganar. En este tipo de contienda la adrenalina se hace presente como si estuviéramos en un juego del tipo gana-pierde. Cuando los gallegos y gallegas piensan que ganan, otros preparan la revancha buscando razones que aplaquen el sentimiento de frustración y es muy común que decidan elevar su autoestima a cuenta de la desgracia ajena.

No es necesario recibir el borrador de la señora Salgado para que nosotros, los gallegos de España, hagamos sobre las propuestas del Estado críticas inocuas, exentas de la adecuada exposición de razones que hagan ver a las demás comunidades españolas que el gobierno de Galicia tiene un plan justo y equitativo, universal, omnipresente e independiente de los colores partidarios alojados en la cabeza del gestor de plantón.

En el presente momento nadie parece querer discutir el valor global de la transferencia del Estado a las comunidades. Se da como indiscutiblemente justo. Que cada comunidad reciba valores diferentes parece que también no ofrece resistencia que preocupe a los diferentes presidentes comunitarios.

Un factor de distribución del montante a ser repartido es el número de personas vivas y censadas en cada autonomía. Extremamente fácil si el factor humano fuera preponderante en la cabeza de los políticos. Pero es aquí que nace el problema y se agiganta en las intrigas palacianas. Feijoo piensa que otros factores de rateo podrán integrar la cesta de ponderaciones, tales como el índice de mayores de 65 años, el índice de menores de 24 años, el índice de dispersión, el índice de concentración, el índice de personas sin trabajo, el índice de personas sin techo, índice de personas presas, índice de personas enfermas, el índice de los mil y un etc.

El gran problema es que todos eses factores de distribución de la tarta española son entre si excluyentes. Ni al menos una media aritmética entre todos ellos es matemáticamente posible, puesto que una media ventajosa para determinada comunidad significaría un factor de reducción en otra, de tal modo que la suma de los rateos aplicados deberá ser constante e igual al tamaño de la tarta.


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