jueves, 9 de julio de 2009

MISERERE

El señor Feijoo decididamente no es tonto. Tontos somos nosotros, los espíritus santificados por las urnas mortuorias del mandatario galaico. Durante y antes de la campaña por la conquista de Galicia y la sumisión del cautivo gallego a los caprichos del mandarín ourosano, enojaba su señoría los hábitos mal olientes de los lázaros resucitados por ocasión de un llamado a las urnas autonómicas establecidas en Santiago.

Todo el público de la cornisa cantábrica hacia fiel eco a los argumentos quintanistas y feixoanos en su ataque a la lisura del voto del gallego errante. Como un gallego con residencia en el exterior podría optar en la elección de una lista de personajes residentes para que estos recibiesen polpudos sueldos por su postura acomodada en los sillones del hemiciclo jacobino?

Por tan insólita, tenaz y compacta reivindicación del gobierno gallego al gobierno español, a cuenta perdida de los emigrantes vivos y muertos, a mí cabrían 357,70 euros. Cantidad irrisoria para el rico europeo y que a mí, en mi modesta arrogancia de viejo empobrecido por los achaques de la edad, en absoluto molestaría el recibirlos una vez al año. Podrán ponerlas en la misma dirección a que envían los listones, a título de solidaridad española con su senior, emigrante por antiguas razones de la España que un día fue Grande, Una y Libre, en régimen de la gracia de Dios, España y su Revolución Nacional Sindicalista, comanda por un franco Francisco.

La lluvia que hoy moja nuestras cabezas es otra muy diferente da chuva que orvallaba os córregos no pasado. Contaminada con os detritos da civilización, desde a imperial Inglaterra nos envían, a título de materia prima plástica, lixo de indefinido orixen. Los sobrinos que ha heredado a nuestros padres establecen, por orden de los G4, una salida a sus sólidos fecales procesados en la abastanza de ricos ingresos per cápita.

No se porque yo temo que esta mi cruzada mercantilista no encontrará buenos oídos en las catacumbas palacianas de hemiciclo parlamentar, ni en el de Santiago ni en el de Madrid. 357,70 euros es una miseria incapaz de afinar un miserere canto en la vulgata editio del celta moderno. Después habrá que pensar en la inutilidad de tan miserable valor, incapaz de costear recepta diaria de aspirina, recomendada para que no nos suba la presión al nivel de la olla que había por los años en que decidimos aliviarla y evitar su explosión.

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