Decálogo
No hay como entenderlo. Son cosas de políticos. En este aserto, son cosas del PP que en su décima quinta intermunicipal celebrada en Sevilla aprobó su decálogo de mediadas para “acabar con la corrupción, el transfuguismo y los que utilizan la política en su propio interés”. De paso, silbando con aire distraído, acusan al Gobierno, para que lo entienda como absoluto desinterés de quien quiera que sea, que, por interés, ignoran la situación financiera de los ayuntamientos.
Lo más curioso es que habiendo en España ocho y pico mil municipios, afirman que en su inmensa mayoría son gestionados “con absoluta honestidad e innegable dedicación” por los más de 66 mil alcaldes y concejales de alcurnia española.
Con tamaña pulcritud cívica y exención del interés privado en beneficio de la cosa pública, me es muy difícil imaginar el interés deducido del esfuerzo hercúleo de un dirigente político al incordiar el Gobierno de su país. Tolerancia cero no existe, porque este concepto exige crear una cosa exactamente igual a la otra. Como nos cuentan las verdades de las viejas escrituras, Dios, en su esfuerzo por reproducirse y reproducir la imagen de su imagen, no primó por la tolerancia cero en la semejanza de su principal producto. No en lo tangible, mucho menos en lo intangible. ¿Que será lo que anima el señor Rajoy para querer superar la obra divina?
¿Hay que tener una actitud radical contra la corrupción y los corruptos? ¡Claro que sí! ¡No faltaba más! El problema es que algunas actitudes reflejan postura graciosa e imponente que, por algún motivo, llaman la atención, y una vez conseguido el intento publicitario cesa el empeño por mantener el esfuerzo de un propósito, idealizado sin presunción de alcanzar su efectividad.
¿Los misionarios de la XV Intermunicipal desconocen el extenso monólogo de la ley reguladora de las bases del régimen local? Hombre, no seria por hambre del tiempo, que frugal no ha sido en el campaneo de los días, meses y años transcurridos desde su aprobación en el 2 de abril del año 1985.
¿El decálogo de los legionarios pepistas tendría el ánimo de sobreponerse a los 140 artículos, 15 disposiciones adicionales, una derogatoria, diez transitorias y, para acabar, cinco disposiciones finales?
Un decálogo, como los diez mandamientos de la santa humanidad, seria algo pasible de leer y transportar por la memoria para ser rescatada en cualquier situación de riesgo.
No se, no se, lo creo y no me creo. He intentado resumir el decálogo del código pepista, pero no consigo entenderlo. Dice: no a la corrupción, no al transfuguismo, si a la honestidad absoluta (la relativa es desconsiderada), más transparencia (será para que no se vea lo que permite traspasarla), no volver a menospreciar, no volver a engañar, exigir remesa inmediata de la ley de bases locales a la Cámara (presumo, como vaga idea, que no es la mortuoria), mas dinero para los entes locales, mas dinero para suficiencia de la clausula de revisión salarial del servidor público, más división a favor de la descentralización y (esto si lo entiendo) menos libertad en el decálogo para que a los trabajadores les sobre el clínex como pecado capaz de enjugar el sudor de su rostro.
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