miércoles, 25 de noviembre de 2009

HIPOCRESIA POPULAR








Hiprocresia popular
Hoy celebramos en todo el mundo el Día internacional para eliminación de la violencia contra las mujeres. Es un día típico para hacer demagogia pública y exorcismo privado, a título de mea culpa y por mi grandísima culpa.
Y no es para menos, la violencia de cualquier género es un cancro verdaderamente social que se alastra sin solución de estanqueidad desde los tiempos más perversos de la antigüedad moderna.
Los hombres santificados por obra y gracia de la gobernación no lo dejan por menos, y mal nos conmueve que vengan a público para decirnos  que es objetivo prioritario la eliminación de todas las formas de violencia.
Objetivo prioritario en la boca de algunos suena a blasfemia contumaz. Blasfemia contra si mismos, ya que son ellos los principales promotores de la violencia y la ejercitan a todo momento, de modo implacable y feliz. Dicen que es necesario concientización ciudadana en el proyecto público de conseguir igualdad entre todos los seres humanos. Vaya una mujer embarazada, pobre y soltera pedir ayuda a un santo religioso en el santuario parroquial. Vaya un hombre desempleado pedir trabajo y ordenado justo a la xunta de su nación. Vaya un desempleado buscar alimento en la costa de percebes y verá como se arriesga a ser estadística que da sustento al topónimo de costa mortal. Vaya un sospechoso de cáncer prostático pedir ayuda a la sanidad del junqueral y le dirán para volver seis meses después y después de otros seis meses retornar para conseguir un hueco a otros seis meses, en tanto la violencia del cancro crece libre y campea suelto en su cuerpo, fagocitando a favor de una cuenta maldita toda felicidad habitada en su alrededor.
El 25 de noviembre no solo supone un momento de reflexión como también, y principalmente, un acto de justicia objetivando  corregir hoy, y no dejarlo para el mañana que nunca llega, las injusticias conocidas, practicadas por la naturaleza y la desidia, la arrogancia  y la codicia del vecino, del hermano, del alcalde y concejal, del diputado provincial, del legislador parlamentario, del cura y del capitán de la fuerza social, todos a una, bien dirigidos por el magistrado judicial  y la política unida, santa y capital del principal mandatario de la comunidad regional.
La gran respuesta, ágil e integral para cualquier víctima es no crear medios de proliferación del victimismo. Es no ofrecer condiciones que sustenten el brote de un ofensor y su ofendido.
Lo que vemos en el escenario de la vida ciudadana son asociaciones públicas y privadas, encumbradas por el ansia de retirar tajo a una situación social, impulsora de algoces y víctimas, todos inocentes en el intento de ser lo que lo imponderable los achaca por la violencia de un crimen al impulso de una necesidad impuesta por los dioses y la no menos violenta aplicación de leyes penales al gusto  de la venganza y fomento del odio, todo generalizado a un agrio coste en prejuicio de la paz.
Hagamos un llamamiento por el orden, convidemos a los que se dicen autoridad con representación pública a trabajar arduamente por el derecho a sermos iguales, por el derecho de una mujer, hombre, viejos o niños, a vivir en situación en que la penuria del desempleo, la angustia del desahucio, la injusticia de la desapropiación y el látigo de lo impuesto no sean instrumentos de la hipocresía popular.

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