sábado, 7 de noviembre de 2009

EL GRITO DE UN LOBO

No se reconstruye una nación en dos o tres años. Es necesario el sacrificio de una generación para que el sueño de una España mejor se concretice. O algo parecido es lo que rescato en fondos aislados de mi memoria, cuyos registros evocan un día festivo por la visita de Franco a La Coruña. De todos aquellos que arbolaban banderitas y gritaban Viva Franco, Arriba España pocos quedan, o quedamos, porque yo también, por ocasión de guardia 13 añero en el acampamento de Ganderio, repetí una frase de circulación obligatoria entre los doscientos acampados: “Por Dios España y su Revolución Nacional Sindicalista” … - ¡a tocar la gaita sin ser gaitero!

Muchos años después, en plena crisis del Prestige, se me presentó la oportunidad de viajar a Santiago y ver gratuitamente el gran espectáculo de las masas. Por razones de fuero íntimo, el tema de las masas me atrae al evocar nostálgicos recuerdos de momentos felices. En Santiago, queriendo o sin querer, me vi envuelto, sin tumulto ni peligro, por las masas que caminaban a la plaza del Obradoiro. Para percibir con más nitidez la consistencia y sabor de la masa, cuando posible, me alejaba de ella y desde un punto de observación veía la alegría y regocijo de los cien mil gallegos gritando consignas del tipo “Nunca Mais” y otras más que no vienen a cuento, hasta que el cansancio del folgorio acababa por dispersarnos.

¿A quien se destina la vacuna del prestigioso episodio? El Alakrana en nada se asemeja al desastrado  Prestige, a no ser, con bastante imaginación, en el tema de potencial delito contra los recursos naturales y desobediencia a las leyes corsarias, supuestamente avaladas  por la población faminta de Somalia.

Auto exculpación extemporánea, por hechos de razón transcendental , a sotavento de lo que podrá ocurrir, también no es prudente asumirla en el momento presente. El principio de responsabilidad, tan mal abordado en nuestra Constitución, debe considerar que lo peor siempre puede ocurrir y no deben las autoridades confiar a la suerte ni al azar el rumbo de las negociaciones. Contra el viento suicida de la negligencia guerrera, de la insolencia temeraria propuesta por subordinados acríticos, se interpone el desarme de la entelequia como previsora del imperialismo apático que todo lo puede y nada resuelve.

Que conste que el rugido de un león no impide el aullido de un lobo, ni la audacia de la hiena embarga el deseo de un raposo. Para conseguir su libertad, Magouras pagó 3,2 millones de dólares. ¿Cuanto se pretende cobrar por la fianza de esos dos infelices somalíes?

De momento, la crítica autonómica a la gestión de la Moncloa no se fundamenta en criterio técnico, ni en evaluación de la situación concreta, parece más un rumor envasado por cálculo político de incierta consistencia, como el grito de un lobo.

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