O cocido
Un prosaico canto al cocido de Alfredo Conde, un grave abordaje a lo que fue error de Carlos Luis Rodriguez, talvez por el injusto y insolidario plus de Luis Perez y la exótica ignorancia de los que no creen en el I+D+i de Luis Pousa, marca el día de hoy con marteladas de rojo ferro sobre el yunque de la vieja fragua.
Artículos como los cuatro parecen que pretenden arreglar el mundo, dándole vueltas para mostrar sus diferentes fases y dejar al desnudo la tremenda insensatez de un proyecto denominado alma humana. El 2 de octubre, en aguas internacionales de Somalia fue capturado el buque pesquero Alakrana. Al día siguiente, fuerzas especiales de España capturan dos supuestos piratas cuando estos se dirigían hacia la costa a bordo de una minúscula embarcación. A partir de entonces se arma un colosal follón entre dos países supuestamente soberanos. Conmueve, sin duda, el drama vivido por las familias de los marineros amenazados de muerte por la “justicia” de los que creemos que son piratas. Y argumentos despreciativos de que los somalíes solo quieren dinero no ayudan absolutamente nada a los infortunados de ambos bandos. Imaginaros el dolor de las familias de esos dos muchachos encarcelados en España y sometidos a la razón de la justicia practicada por infieles del Corán. Si los dictámenes de la justicia son incuestionables y las personas cuerdas son obligadas a obedecerlas, la simetría de tal corolario nos hará pensar que la justicia del capitán corsario y su sequito pirata también está en lo cierto, por lo menos durante el tiempo que ambos dispongan de un trabuco armado sobre la cabeza cuerda del humilde ciudadano. Por otro lado, si lo que esta gente del mar Índico quiere es dinero, abramos la caja de Pandora y paguemos por lo que más preciamos: la vida de nuestros marineros gallegos. De continuo, libertemos esos dos chavales a sabiendas que serán más inútiles a su país de origen que útiles en las cárceles de España a cuesta del erario público.
Al millón de parados en España habrá que sumar esos dos asustados somalíes y acrecentar los marineros estresados por acción del salitre mórbido del árido Índico, en la borda de la costa de Somalia. Tal estado nos hará pagar más impuestos, a la vez que nos retirará derechos de pensión merecida, sanidad deseada y aumentará el negro agujero del déficit causado por el plus intocable de los encumbrados en la cúspide de los sin cargo. No vale argumentos de equiparación con trabajadores comunes, pues esos, nosotros, llevamos el timbre de un colosal y abominable pecado, por el que fuimos retirados del paraíso de los recompensados ustos.
Ya no creemos ni en la I, ni en la D, ni siquiera en una jota de nada. Somos incrédulos de la razón y del brillantismo que iluminó la soberbia en los siglos de oro. Hablemos claro y en alto son: ¿para que sirve una minúscula i en el reparto de los presupuestos que ocupan comisiones lideradas por el ilustre Rego? Si antes íbamos a la plata del Potosi y con ella pagábamos las armas que el corsario inglés retiraba de nuestras galeras, ¿por qué no mandar los altos cargos atrás del atún, y con su precio en los mercados de Europa importamos la tecnología de las armas que enviamos a la pacífica desembocadura del Pacífico mar de los indios?
¿Pero de que coño estamos hablando? ¿Semejante rollo para llegar al prosaico canto de un buen cocido gallego? Bueno, es lo que realmente tiene valor si ese cocido lo repartimos entre todos y entre todos compartimos las delicias ofrecidas por anfitriones a una asistencia bien comportada de felices comilones, que, a la distancia, se nutren de la salsa rosa, el picante rojo y las azules necoriñas, todo precedidas por buena salada de grelos salpicada con huevos de todos los credos.
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