jueves, 5 de noviembre de 2009

FRANCISCO CAAMAÑO SENANDE

Pocas oportunidades tuve para charlar efusivamente con el carnotan Francisco Caamaño. Fui su vecino antes de haber emigrado al suroeste y, coincidentemente, también durante los tristes meses de mi retorno a España, a Galicia, al pueblo, a las estrechas calles que marcaron tan profundamente los años de mi infancia.

Cuando nacemos pobres, morir pobres es nuestro destino. Los pocos casos que muestran equivocado este pensamiento demuestran la veracidad de esta regla. Carnota, en mis tiempos de infancia, era una pequeña aldea, menor todavía que Cee. Y de Cee , lo que es el núcleo de Cee, yo me acuerdo de todas sus casas y del heroísmo que habitaba en el seno de sus familias por el esfuerzo, día tras día, de luchar sin tregua y conducir avante la difícil jornada de mantener vivos los hijos. Darles educación esmerada era todavía mucho más complicado, y para dar continuidad al estudio básico, desarrollado en el único colegio mínimamente fundamentalista  en Costa da Morte, era necesario costear estudios y pensión en Santiago o La Coruña.

De aquí a algunas horas, Cee verá toda su población volcada en el espacio tomado de la ría durante medio siglo. El símbolo de la Paz, marcado a escondidas en una roca del monte del son, será testigo envejecido de esta mancomunal manifestación  en el corazón de la bisbarra fisterrana.

Mis más sinceras condolencias a doña Consuelo, eterna compañera de Francisco, a sus hijos, en especial al ministro Francisco, a quien le tengo como referencia y modelo de una conquista social, tan difícil de alcanzar pero que lleva orgullo a todos que hemos nacido en Cee, y ofrece honra a los hijos de nuestros hijos que, sin haber nacido en Cee, sueñan en conocerlo.

Adiós, amigo Caamaño. En estos conturbados momentos, en que se desprecia el simbolismo de cultura milenar, pondrán sobre tu túmulo la cruz de una espada para dar a entender la colosal lucha contra el destino y la sumisión de nuestra flaqueza al designio celestial. En nombre del padre, del hijo y de todos aquellos que en breve poblaremos el monte santo, en la cumbre de Raíces, descansa en paz.


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