sábado, 21 de noviembre de 2009

PALCO DEL JUICIO

Palco del juicio
Lo de plan estratégico suena muy bien. Y mejor, sabiendo que objetiva frenar el “colapso” de los juzgados. Y peor, por la clave declarada de sustituir un modelo “antigo e amortizado” por otro a amortizar pero “coas competencias claras”. Esto me hace pensar y reflexionar sobre el modelo de xustiza en vigor en el país de los gálatas. La cosa no va por el camino que quiere corregir los erros y vicios- polilla en el sistema que se arrastra imperturbable desde los tiempos imperiales. De entender la noticia que leí, el plan (que nada tiene de estratégico) consiste en un propósito de producir nueva oficina judicial en Galicia.


Los sabios de la escuela científica de Taylor se encargarán de dar un empujoncito a la eficacia del esfuerzo empeñado por conseguir alcanzar el objetivo deseado. Aliado a la eficacia, nos venderán el concepto de la eficiencia por un precio que dificultará alcanzar la meta. Y el objetivo, ya lo conocemos,  fue delineado en el propósito de construir nuevas oficinas en Galicia, que dentro de los principios de la administración dita científica debe destacar los conceptos de productividad, motivación, optimización, organización y efectividad.


La contribución de Taylor a la racionalización de la producción  industrial fue imperante en el último tercio del siglo XIX y primera mitad del siglo XX. Creo haber pasado por los rigores de su enseñanza y de haberla aplicado hasta alcanzar el nuevo orden que exigía planificación de nuevos objetivos y sustitución de métodos en permanente transformación, por obsolescencia y decadencia de su vida útil.


Por la misma época, Fayol, ingeniero francés nacido en Turquía, resuelve estructurar la empresa en seis áreas funcionales: producción, comercio, finanzas (origen y aplicación de recursos), contable (producción de inventario, balances y costos), protección del patrimonio y administración encargada de coordinar adecuadamente todas las demás funciones con el uso masivo de cuatro conceptos: previsión, organización, dirección y control.


Con todas estas herramientas en mano resolví crear mi primera empresa. El organigrama estaba perfecto y sus directores muy felices por el estatus conferido en el organigrama. Todo pronto para funcionar. Y nada funcionó, porque aun sabiendo lo que hacer en el poderío de la suprema autoridad funcional, nadie mojaba el cuerpo para hacer el proyecto fluir.


Fue ahí que conocí Drucker, austriaco de la jota xiada, ciudadano de los EEUU. De él aprendí el binomio de la cosa cierta para la persona cierta. Y ahí me lleve el gran choque por la primera oleada del futuro, que me expiaba con carabina de sal grueso a la vuelta de la esquina. Menores de 50 años de un lado y mayores de cincuenta del otro. Dos clases como denominador común de todas las clases y funciones. A la primera clase ofrecían renta constante a través de empleo estable; a la segunda, demisión con oferta de trabajo temporario.  Y me fui al carajo cuando supe como mi jefe administraba su tiempo y le expliqué que debía focalizarlo en el resultado y no en el esfuerzo aplicado,  de modo a alcanzar la efectividad de sus decisiones. Y en mi caso su decisión tuvo perfecta efectividad.


Y ahora, envejecido, con canas y ganas de entender mi pasado, veo nacer en Santiago una nueva escuela, y ésta me esclarece que la responsabilidad está en el proyecto y no en la persona, y la justicia se resuelve con nueva oficina capaz de dar organización eficiente a los juzgados gallegos, por especialización de todos los actores que actúan en el palco de un juicio. Uno hará el papel de sicario; otro, de victima; un tercero, de promotor; un cuarto, de defensor; un quinto dictara la sentencia; un sexto hará que se cumpla; un séptimo coordinara la cárcel más adecuada; una legión de obreros serán necesarios para construir palacios para las almas penadas. Y así ad infinito, en pura representación de la voluntad, en un palco en que nos preparan para el juicio final.  

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