sábado, 25 de junio de 2011

ALCALDAR

Alcaldar un municipio significa combinar los recursos humanos, materiales y otros de cualquier especie para un determinado fin. El alcaldar tiene como objetivo coordinar necesidades de las personas con las de la organización municipal y de estas con las necesidades de sus socios, simultáneamente aportadores del capital y consumidores de servicios.

Un gestor municipal, como cualquier otro gestor, necesita dominar un conjunto de habilidades, propias del ejercicio de las actividades que algunos propósitos de realización exigen en la difícil tarea de continuar en el rumbo de la misión propuesta, vislumbrada en la constitución del municipio: Orgullo de vivir y haber nacido en él.

Dominar habilidades es tener competencia para su realización, esto es: conocimiento, facilidad para dar practicidad a ese conocimiento (habilidad) y actitud de un suma y sigue para establecer un necesario comportamiento.

Conocimiento, en los modernos días, exige algún tipo de formación académica extraída del banco del saber teórico. Habilidad es disposición de poder practicar conocimiento con destreza y cualidad ornamental.  La actitud es un indicador de cómo el gestor podrá enfrentar situaciones que la realidad puntual le muestre para estructuración de su comportamiento futuro frente a imprevistos de profunda transcendencia emocional.

Nada de nuevo en el tema, aunque, dándole vueltas por los infinitos lados que la pelota tiene, también la pelota, o el tema, puedE ser exhibido, ora redondo, ora plano, ora astro, ora planeta, ora satélite, ora…

Celtas, griegos y romanos de todos los rincones del mundo, bien o mal en algún momento practicaran las virtudes de una buena administración, de una buena gestión, de un buen alcaldar. Pero fue el virtuoso Enrique Fayol el primero a formular una gran teoría sobre la administración, por cuyo conocimiento el gestor tiende a alcanzar la máxima eficiencia. Fayol, fundamentado en catorce principios básicos, concentraba en el alcaldar cinco funciones administrativas: planear, organizar, comandar, coordinar y controlar. Para cada una de estas cinco funciones existen una infinidad de textos.

Pero hoy la pulga que me pica se alimenta del principio de la remuneración que, según la disciplina teórica, debe estar suficientemente engrasada para mantener activo todo el engranaje del sistema público, privado y el equitativamente mixto.
Remuneración a la función de alcaldar exige retribución por el esfuerzo y sacrificio de la persona que, con conocimiento, habilidad y actitud constante, se disponga a gestionar, con la máxima eficiencia, los recursos materiales y humanos del concello.

¿Y como se mide tal esfuerzo y sacrificio?

Yo lo he aprendido ayer del hijo de mi vecino y buen amigo de la calle de arriba, a quien la gloria lo mantiene fuerte y vigoroso andando por esa carretera de mi mundo virtual que yo tanto rodé de bicicleta durante mis tiernos días de cándida castidad.

La justa remuneración consiste en el método de sumar cien euros al mayor salario del quien más cobra en el ayuntamiento. Salario por demás siempre fijado por el alcalde en función de sus atribuciones por concepto de autonomía municipal.

No puedo evitar reconocer que la actitud en el pleno de ayer refleja habilidoso argumento en las técnicas de poner guindas al pavo y mostrar conocimiento pleno de que, aumentando 11 mil euros al año y dividiendo por la total dimensión del crecimiento que se pospone a la expansión de los dos meses que alteran la tradicional docena anual, tendremos, bajo los aplausos del quinteto de cámara, la reducida nómina de 2.600 euros mensuales, indispensables al mantenimiento del arte de  alcaldar los paisanos de todas las parroquias de Perceebes.

Decididamente, una pichincha de sueldo, que podrá, por el vigoroso principio de siempre menos, reducirse para 1500,00 Euros, distribuidos en 24 pagas anuales. Vamos, que alcaldar es un moderno verbo, transitivo y exigente de un objeto directo de gran magnitud, objeto este en el que no se incluye servicios de casa, cama, mesa y baño.

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