lunes, 13 de junio de 2011

PODER INERCIAL

La estadística sentida es un poderoso factor capaz de sensibilizar el comportamiento colectivo. Ningún cuerno, por muy mucho que facilite la sonorización del soplo, es capaz de alterar la tendencia marcada en el camino de una vacada. El buey sabe, sin necesidad de mucho estudio ni diplomas de excelencia libada, a donde deberá ir, y no altera el paso para pensar que su destino intermediario sea pasto de engorda como purgatorio  para alcanzar la gloria en el estómago de su señor, el animal humano.

Hubo un tiempo en el que regenerar el papel de los políticos ante los paisanos era un propósito capaz de motivar la ilusión de las personas entorno de un propósito,  que era el propósito de la gran masa que no era política. Era una ilusión colectiva que se engrandecía en el sentimiento colectivo como una gran misión de los espíritus dignos y alabados por el esfuerzo de alcanzar las metas que se interponían en el camino de una gloriosa misión, que era rescatar el sano orgullo de haber nacido español.

Hoy los tiempos son otros, como naturalmente no podrían dejar de serlo, como naturalmente otros serán los tiempos que seguirán el momento actual. No servirá recurrir a un gasto que ya se consumió en los años de la gran ilusión y constituyeron fuente de un delirio colectivo, ahora agotada por decurso de plazo.

Hoy el líquido que gotea en la lengua tiene un sabor muy diferente de aquel que goteaba en los alrededores de la Moncloa, allá por los idos de los años setenta del siglo pasado. No hay crisis de producción, el petróleo tiene el precio relativamente estabilizado, nuestra industria se ha modernizado. No hay fuga de capitales para el reino del dólar. Nuestra moneda tiene curso firme, valor de cambio y reserva de energía para los momentos de vacas magras, que fatalmente, en ciclo previsible, siempre aparecen.

No obstante, la confianza de los españoles depositada en sus políticos continúa cayendo.  Y cae en mingües pingos de tísica robustez, muy malo para un risueño futuro de la generación que ahora cobra el relevo.

Cuando la fuente se hunde habrá que bajar al pozo para saciar la sed. Infelizmente sin mucha ilusión por el prejuicio para quien saca el agua, debido al gran desborde de la masa sedienta, que son muchos más y distintos de la gran masa del siglo de la Moncloa.

Vivimos el efecto inercial de la descreencia. Felizmente el destino al que la fuerza actual de esta particular inercia nos conduce tiene su fin declarado. De continuarnos en tal progresiva caída alcanzaremos el cero absoluto antes que la masa congele. Y después de un riguroso invierno y un agitado estremecimiento habrá de rayar en los cielos el dulce calor de la ilusión: el calor del color de un nuevo poder inercial.

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