Furtivo es aquel que hace algo a escondidas, furta, toma aquello que no es suyo y lo retiene contra la voluntad de su dueño aun no cometiendo ato de fuerza ni intimidación de personas.
La fotografía vehiculada ayer por la voz de los gallegos muestra gente faenando en plena luz del medio día en los arenales de la ría de Ferrol, en A Malata. Se las ve coger el fruto con las manos, sin ayuda de cualquier herramienta que pueda sugerir intención de arrancar del suelo algo más de lo que absolutamente parece necesario a las necesidades inmediatas de un precario sustento.
De creer en las palabras del vicepatrón de la cofradía, estas personas trabajan de una forma muy reglada y metódica, cogen lo que sus manos sufridas y el peso del cuerpo retorcido les permiten recoger, y van al mercado de puerta en puerta ofreciéndolos a un precio libre de usura y de buen tamaño para el diente de las personas que se dispongan a comprar el divino marisco de la ría. Son pocas personas de un lado y del otro, no pueden hacer mucho mal.
Decididamente no se puede aplicar a estas gentes, que buscan en el mar el pan de cada día, el significado de furtivo, que para mí, cándido visitante del diccionario virtual, suena a sinónimo de ladrón, u otro peor, como granuja disfrazado de pilluelo.
La palabra furtivo en toda su acepción puede aplicarse a aquellos que en la calada de la noche piensan en las mil maneras de apoderarse de los bienes que dios dispone, para usufructo de todos los gallegos, en las tierras, mares y rías de Galicia. Furtivos son aquellos que en el confortable diván de un amplio salón palaciego deciden y ordenan el aprovechamiento del esfuerzo colectivo, agotando la fuente de la inocencia cuando de ella sacan mucho más de lo que puede dar. Furtivos son aquellos que menoscaban la sanidad pública para ofrecer poder a la sanidad privada. También furtan aquellos que en la escala de los más sabidos se otorgan comisiones por obras supervaloradas a cuenta del ahorro social. Y para dar ciencia de que este fenómeno del furtivismo oficial es más frecuente de lo que se puede suponer, basta dar una mirada en los hechos que circundan cualquier expropiación forzada o en los argumentos de la pena que se impone a un malaventurado pobre, o en los fundamentos de muchos tributos impuestos por el capricho de una supuesta sabiduría que envuelve la causa que lo motiva.
¿No sería función del furtivismo invadir dos cajas y hacer de las dos un pequeño banco en el que sentarán señores del sueldo privado, anclados a una enorme deuda avalada por el trabajo futuro del pobre gallego?
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