martes, 2 de marzo de 2010

2012 ROSAS

Esa cognada de Rosa Diez explica, con una única palabra, la extraordinaria abrangência de la mentalidad española en los días próximos, pasados y venideros. De repente, armamos la ostia cuando al oído de una persona decimos melosamente que es … ¡lo que somos!
Toda la chusma se inquieta y busca argumentos para negar la esencia del ser. En un primero instante somos orgullosos de nuestra idiosincrasia y, en defensa, por ella salimos a la calle. En otro momento rasgamos el mismo carácter y lo odiamos cuando cantado en tono bemol de un si diminuto, que también, por su singular característica, compone la melodía de nuestro nacional cantar.
En el mundo animal, un vulgar rugido es suficiente para alborozar la jungla, o por regocijo de una place rosa alegría o por el extraordinario desorden que díez produce. Nadie para queriendo pensar sobre el ánimo del rugiente sonido. Intuir, por reminiscencias de un pasado feroz, que el bramido da transparencia a un peligro oculto e ignorado fue suficiente para dar aire de realidad, y todos corremos rechinando y crujiendo con ruido más fuerte, como exordio de una trágica sinfonía. ¿Fue el rugido del león respuesta sentida por su admiración a una pícara y bella rosa? ¿No sería aquella palabra un mugido urdido para salir del frontal acoso del zorro (en el sentido de taimado y astuto) Gabilondo?
Con tamaña sagacidad del chivo matutino, nos olvidamos que hay problemas mayores que deberemos tratar, que debemos considerarlos y pensarlos y darles feliz rosa respuesta antes que surja celestial solución por obra del rayo vespertino, castigo diluvial seguido de sepulcral silencio que los profetas mayas vaticinaran para el DOSMILYDOCE.

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