sábado, 20 de marzo de 2010

BREOGAN vs. D'HONDT



Al leer el artículo de mi buen amigo Pancho Ledo, sentí que se me caía el queso, levemente derretido por una extraña y oculta pelusa establecida a la raya de lo que podríamos denominar celos por diligencia de bien asesorar nuestro señor Feijoo. Finalmente, surge, entre las voces de comunicadores gallegos, un tenue suspiro, acusador del (más que malo y h´orrendo) desvirtuado sistema electoral vigente en Galicia.
No puedo dejar de concordar con la idea que se opone al pensamiento del amigo Pancho. Galicia no ha transformado la democracia en absolutamente nada. Galicia ha vivido sentimientos de democracia como vive sentimientos de santidad después de seguir por las calles, en procesión bien organizada, la imagen de un icono, al que llamamos santo o santa del alma pastoral. El cura, muñido de liturgia orientativa, determina los pasos  y estaciones de parada. Los fieles, por inercia folclórica, seguimos las determinaciones del cura sin ninguna participación en las decisiones del proceso económico, cultural y religioso que mueve tan tradicional desfile. Es así y será así ¡porque siempre fue así! - ¿Siempre? - No, no fue siempre así. Hubo un momento en  que una voluntad fuerte y decidida resolvió hacer, de nuestras vidas, algo diferente, arrancándolas de la pasividad inerte, reinante antes como reina ahora.  En aquel momento fue bueno porque la intención se transformó en feito. En el momento siguiente revelaba intención viciosa para acomodar la voluntad a los beneficios de su esfuerzo. En un tercer momento, después de algunas sucesiones, la novedad se transforma en puro vicio, nadie entiende pero consigue calmar los sentidos por intervalos cada vez más cortos.
Lo mismo ocurre con nuestra partícularcracia, oligopolio sentimental de un monopolio caudillista. Del discurso en latín hemos emigrado hacia un discurso en gallego, pasando por el castellano  para retirar de Madrid lo que ahora se señorea a la sombra de la estrella que ilumina Santiago. Y la tal de Democracia ¿donde queda?
- !Hay, meu filliño! Non fales do Demo que eso é pecado.
En ese gran pecado, hecho omnímodo en las tertulias de Santiago, se mueve Pancho Ledo buscando un pato para poner cabeza en la bandeja y ofrecérselo al PP Y PSOE como cuestión de pacto a verdadera covachuela, rampante de corruptelas  por amor al artículo constitucional 122, ignorando el 117 que afirma la justicia como nacida del pueblo. Peor, digo yo, modesto consejero, es ignorar el artículo primero que afirma ser España un Estado social y democrático y que la soberanía reside en el pueblo español, en oposición a lo que quiso  el belga legislador.
En que quedamos, ¿democracia es cosa del pueblo o tentación do Demo?  Es cuestión para empezar a pensar. Y en tal esfuerzo me junto xunto a Pancho Ledo para arrancar de Breogan el espíritu de D’Hondt.

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