martes, 16 de marzo de 2010

EL CANTAR DEL CUERNO



De tan antiguo, soberano y hermoso, resurge resonante, en el cuerno trovador del druido Rodríguez, el fantasma teocrático del celta duio. Lavado por el embrujo del tiempo, no afecta su ansia el agua salina y, con mira en el palo y otra en el dinero, espera airoso a que se resuelva el escándalo de una moderna y fastidiosa exigencia aldeana.  Es el eco profano de la moderna idolatría. Todo suena como antaño, insano y libertino en la fe celestina que desea  el cloro unido al sodio, para postrarnos al pie de algún sentido mayoral, incontrovertido en el afán de llevar razón especial al poder económico y este sirva de base antialérgica en el sabor político hecho con caldo de frijoles.
Estando prescrita por ley y por la ley la llamen Legal, no importa al sabio hechicero que el brebaje haga fuego en el sentimiento del aguerrido druida en los campos de Touriñan. Otros tiempos vendrán, y por placer del caminante, después que del miedo se aparte, algún uno ha de llegar y conducir la tecnología del pulpo cefalópodo a la comunidad parroquial. Quien sabe si eso ya no consta de la estructura primordial del plan celeste que anima el ansia de nuestro actual capitán, movido por su gran intención de resolver su problema demográfico: su embarazo, no el de la sociedad.
En la alcohola tría del tribuno capitalino, disfrazado de populista aldeano, no destila humos de capricho ni arbitrariedad de pulso religioso, ortodoxo o romano. Lo que bate es el júbilo indianista de cortar lo sano y evidenciar la idolatría por una cabeza puesta en bandeja para gozo del soberano. Y para hablar de objetividad como algo desinteresado y desapasionado, ¿habrá mejor objetivo que aquel objeto al que se dispara un arma de fuego? ¿No fue por un clásico objetivo que su construyo Chernobil y, mucho antes, el pestilente y horripilante complejo entoxicante de la factoría de Brens, primer peldaño de una costa que quieren objetivarla muerta? No hay más que salir a la ría y ver como es fea la fiera atlántica.
Siempre habrá mucho que decir de los intereses que mueven la invasión económica. Y más desconfiado habrá que andar cuando a esos intereses preceden leyes elaboradas a rebeldía de intereses subjetivamente naturales, ignorando la conciencia real indígena a favor del insensato exógeno.




De momento va ganando la sensatez del paisano al querer proteger su paisaje. Pero, como la foto indica, los guardianes son pocos, muchos menos que lo necesario para mover una planta de peces atrapados en manos extrañas.  Habrá que estar atentos al son de las campanas para saber distinguir entra la concha de un pelegrino y los cuernos de un vikingo.

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