Los americanos de Obama y los gallegos de… digamos Rosalía tenemos mucho en común. Somos dos naciones enormes a pesar del desproporcionado tamaño de la comparación. Nuestras cordilleras estuvieron juntitas en un pasado prehistórico cuando en el atlántico no había mar. Ellos, los americanos, fueron descubiertos por celtas de la Gallega, nosotros, los gallegos, fuimos descubiertos por los celtas desnudos del norte europeo. Los americanos tienen en sus manos un enorme problema, que es el déficit público. Feijoo cree que la enorme deuda gallega pertenece a otro país, que él llama España. En fin, todo igual o casi igual que no es lo mismo.
Ya intuía yo, una de esas noches mal dormidas, que todos los problemas que asolan la raza celta derivan de los malos tratos dispensados por el pinciano Rodríguez, de apellido tan común entre los gallegos y con el popular sobrenombre tan codiciado entre los artesanos exentos de cualquier cepa cortesana.
Nos quieren meter, a todo coste, en la tertulia del noble léxico de nuestra real academia de las voces orales y digitales la palabra Euribor. Analizando fonéticamente esa palabra, tan desconocida por el gallego auténtico, consigo amarrar con dos lazos el sentido seco del compuesto morfológico. Para extraer el zumo de tan geniosa idea es necesario haber nacido en Galicia, de padre y madre auténticamente gallegos. Solo así podemos esclarecer que Euribor es compuesta por la primera persona de un pronombre personal (eu) y algo que se encuentra al bor-de u orilla de sospecha extremamente peligrosa.
¿No? ¿No es así?
¡Claro que no! El Euribor fue inventado en 1995 cuando Aznar brillaba en Iberia y la idea de una peseta estable atraía el buen interés de todos los gallegos del mundo. Contra mi opinión, alias respetadísima por la Constitución del 78, Euribor es junción ortográfica de Euro Interbank Offered Rate y sirve para explicitar la media del interés por el dinero (euros) practicados entre 57 bancos de prominencia europea.
Ahora sí que podemos bailar la jota con mucha más tranquilidad, pues han escogido palabras de galaico léxico para que nosotros, mejor que otros, sepamos calibrar el real peligro que significa el yo estoy al borde del precipicio. Sube el Euribor, despencamos no atoladeiro da hipoteca valorizada. Baja el Euribor, aparecen nuestras caras chamuscadas por el fuego caprichoso que atribuyen a las razones, poco racionales en el contexto de oferta y demanda.
En cierta ocasión, muy celoso de las campanas de Bastabales, Almanzor vino a Santiago por braga y se las llevó a Córdoba.
Ai campanas, campaniñas. Cando de lonxe vos oio penso que por min chamades. Doiome de dor ferido, que antes tiña vida enteira e hoxe nin media teño. Larparonma os intereses por tasas de fel, que eu bebí para suportar o amor der ser galego montado na mula do euribor.
Estamos en tiempo de fiestas. La broma integra el folklore gallego desde el momento que a alguien le ocurrió inventar el cuento jacobino para ver si competía con la historia de Pedro en Roma. Ahora nos toca un Jacoo mucho más bromista. Viene a público para decirnos que somos moi machos en nuestra deuda y no necesitamos ningún ICO para financiarla.
Debo, no niego, pagaré cuando quiera. Es el nuevo chiste que nos sueltan desde el palacio irmandiño. Es chiste que suena alegre a los oídos de la hermandad creedora. ¿Quien va pagar el déficit Albertino de 6.162 millones de euros habidos el año pasado? La respuesta va en la punta de la lengua: ¡el constitucional! ¿Quien manda al Ejecutivo central no aplazar la devolución de los anticipos?
Vale, voy a la NoCaGa y solicito un anticipo a cuenta de mi merecido décimo tercero. Sabiendo que mis hijos y nietos son buenos pagadores de la promesa de su padre, la caja, antes sin riesgo, ahora banco a todo riesgo, me concede ese favor por la módica tasa a cuenta de mi gran interés por devolverlo. Ese anticipo lo quemo en las fiestas de San Juan. Yo se como a mis hijos y nietos les gustan las hogueras. Ahora me deparo con la desidia inconstitucionalidad de la caja, ahora banco, que me avisa no poder contraer más deuda, porque mi crédito, fundamentado en el décimo tercer salario, está comprometido por el principal anticipado, los intereses del anticipo y alguna que otra comisioncita, que nadie es de hierro.
No devolvemos competencia a nadie, vale. La competencia del gasto corresponde a quien gasta, vale. Por decir, podemos decir que los servicios públicos básicos están garantizados y la garantía se extiende a la solvencia comunitaria de nuestra comuna, vale.
Por favor, ¿hay alguien que quiera venderme un vale todo como anticipo del juicio constitucional?
Un informe de Marta Currás (Vigo,1963) explica a Helena Salgado(Ourense, 1939) que los 2.600 millones de euros transferidos equivocadamente a Galicia en los ejercicios de 2008 y 2009 pueden ser pagos pacíficamente durante los próximos diez años. En síntesis, Curras, concelleira de Feijoo, pide a Salgado, ministra de Zapatero, que el estado de Zapatero suspenda el techo de endeudamiento para que la autonomía de Feijoo viva holgadamente a cuenta del pufo y una grande mala leche que a todo momento la combinación Feijoo-Rajoy aceden sin previa protección bacteriana y directo de la renta a la goela sin pasar por la cazuela.
El presidente que exige favores achaca su deuda a una mala gestión del otro que deberá otorgar el favor. Es una prueba inequívoca del equilibrio de la pirámide invertida. La punta sostiene la base, y cuanto más alta y grande sea la superficie del techo, todos por aquí abajo viviremos tranquilos a la sombra de los nogales, carballeiras y castiñeiros. Una buena filosofía, típica de los sabios en gestión de finanzas, a quien todo se hace posible, incluso lo imposible.
Admitamos que el gobierno de España no ha leído la bolita de cristal cuando esta le informaba que el gobierno americano nadaba en problemas por cuenta de las primes. Era suficiente pensar en la especulación inmobiliaria que se esparramaba por barrios enteros de Madrid, y por contagio también en Santiago, para ver que el optimismo de la era Aznar resultaría en la locura que ahora estamos viviendo. Curras mete dedo y mano en la llaga de Salgado. Curras parece no querer entender que en la suya, en nuestro trasero gallego, Salgado puede chutar con botas de siete leguas, pulidas y engrasadas al estilo de un arcilloso zapatero.
Si es para pedir favores hagámoslo con buenos modos, como manda la santa iglesia de todos los católicos, y no con bravatas de que si Fejjoo lleva en la manga un coringa de 15 mil millones y un full de ceros a su crédito por cuenta de un agujero en el sistema sanitario.
Si es para hablar serio, falemos todos serios, sin aire de risa para que todos creamos que todos nos creen, aunque sepamos que todos saben que en materia de fe, nin bemoles nin soles sostenidos enchen o papo.
Sin perder de vista el ombligo bueno seria ver, reflexionar y ponderar lo que pasa por la cabeza del cuerpo. En temas del arte financiero el cetro está en Washington. La cabeza que oprime y raña las espinas atravesadas en la garganta del capital es la cabeza de Obama.
Obama pide al congreso de su país elevación del techo de su colosal deuda para amparar los creedores de 14,3 trillones de dólares. Los dos grandes partidos se tantean en un peligroso treno por la hegemonía del país y, por consecuencia, del mundo.
La situación es extremamente alarmante, porque la solución que uno propone no le interesa políticamente al otro. Los intereses del pueblo americano entran en el discurso como arma dialéctica de una estrategia cuyo resultado es muy dificil de prever. La falta de un acuerdo podrá causar serios daños a la economía global. La realidad del bienestar de todos aquellos que están bien podrá sufrir serios cambios, con resultados muy adversos para el trabajo global en la forma en que lo hemos conocido en el siglo XX. Como siempre, para ser jocosamente ambiguo, perderán más los que padecen menos.
Obama ofrece una tregua para prolongar el status-quo actual de ricos y pobres y transferir las consecuencias de impagos a otras eras, con la esperanza que surja algún milagroso capaz de producir más y con mejor ilusión. Si hoy las piernas tiemblan al tener que equilibrar esa enorme deuda mundial, ¿que les podemos pedir en el futuro si la solución propuesta es de romper los huesos al elevar la altura del techo?
No cabe duda que el interés de una política egoísta, irresponsablemente ambiciosa, con metas de corto plazo (elecciones en 2012) impide la razón de trabajar en pro de solución capaz de minorar la mala expectativa que ahoga la buena esperanza.
Ayer, un evento de cuño particularmente galleguista inauguraba con gran pompa ese monumento a la colosal deuda gallega. Ochocientas personas se acomodaban en espaciosos y sencillos sillones, sombreados por la brisa del aire público, colorados por temperatura amena de un cielo nublado con claros azules, bien al gusto de San James, patrón de España. Rosario Alvarez y Angel Carracedo se llevaron sendas medallas de la mano de Feijoo en una ceremonia sinxela del gasto público. Merecen esas medallas. Los desempleados merecen oportunidad de empleo. Los gallegos en la diáspora bien que también merecíamos oportunidad de retorno a Galicia y por aquí compartir el sueño de repartir las dichas y desdichas, pues, en el decir de Feijoo, Galicia es una gran asociación entre vivos y muertos en eterna alianza con los que no nacieron, todos necesarios en estos momentos de desacogo financiero e incertidumbre democrática.
Las medallas son buenas, pero ojo en Obama, ya que en estos momentos él é o rei da Terra mar e ceu y… también del dinero, que por la razón de lo impuesto querrán tirar para darlo a quien tanto debe.
En este mundo de espiritualidad tan avanzada los hechos se manifiestan con contundencia imprevisible. En mi mundo, atacado por la moderna virtualidad, comprimida en el instante que ese mismo instante estalla en revuelta manifestación de algún estado frustrante, me dejo guiar por el padre de las valquirias, quien ayer por vuelta de las tres de la tarde paseaba muy inquieto sobre el combés de la galera.
Continuábamos estacionados al pie de una ría de un imaginario mediterráneo, donde yo y mis remeros, todos muy aburridos y torrados por un sol escaldrante del norte africano, mezclado con la brisa cálida del Chili, variante tunecino del Siroco, esperábamos el adviento del Mistral para, por el poder de su fuerza, dirigirnos al canal de Gibraltar, desde donde aprovecharíamos corrientes que a mi dejarían en el finisterrae Duio y a mis queridos vikingos mostraría el camino de Oslo, vía la mancha del gran canal franco británico.
Odin grita por su hijo Thor, un gigante de barba roja, vaquero de buen garfio, voz de trueno, cuyo brazo era un martillo y tenía por enemigo las torres de hielo. Thor, obediente como todo buen vikingo, se presenta al instante de ser llamado.
- Hijo, acabo de sentir la voz de un trueno y el rayo de un relámpago. Eriza tu cuerpo, mira cara al norte y dime lo que ves.
Como sabéis, Odin es protector de los ejércitos, de los muertos en batalla, es mago de los magos e ilusión de los andarillos. Odin cultiva cogumelos en los bajos y sombras de la galera. Las ofrece a mis remeros parara alterar su estado de consciencia y remar más y mejor. A pesar del calor, su cuerpo va cubierto con piel de oso y lobo, zanjados con cinturones de acero. La barba, tosida y caracoleada, empataba con la caída del cabello en los sendos deberes de proteger pecho y costas.
Thor, desde el promontorio de su enorme altura, mira fijo el horizonte. Sus ojos se elevan por las asas de mi amiga águila, cóndor de los andes y majestad de las nieves. Puede ver porque ha visto, lo que ocurre en su tierra, Noruega.
No me llamen mentiroso mis vecinos de Perceebes. Yo digo la verdad y la compruebo. Thor es muy alto y tiene antenas. Es necesario tres gallegos superpuestos uno encima del otro para que la mirada del que está más alto se allane con la mirada de Thor. Hércules, que era troncudo pero más bajito que Thor, consiguió divisar desde un promontorio de la ruña el norte de Irlanda y ver como allí peleaba Breogán. ¿Como podéis negar que Thor, hijo de Odin y hermano de las valquirias, no consiga distinguir lo que ocurre en los fiordos de la península escandinava?
El reino de Noruega vive unido desde el 872, cuando Haroldo, el de cabello lindo, logró unificarla después de una colosal batalla marítima. Por la imposición de un pesado sistema tributario, Haroldo consiguió que sus adversarios de la burguesía rica abandonaran sus tierras y marchasen, firme el ademan y con cuernos de acero, hacia la conquista de la ría de Arosa.
Con tributos avanzados y los ricos expoliados, Noruega se transformaría en el país más rico de la Tierra. Sus casi cinco millones, habitando poco más de 300 mil kilómetros cuadrados, encuadrados por montañas de hielo y fiordos retorcidos, son dueños de una renda per cápita del orden que ultrapasa los 84 mil dólares. El coeficiente de Gini, que da valor numérico al concepto de desigualdad en la distribución de riqueza, es muy bajo (25,8 de un total posible de 100). Como contrapartida, el IDH (índice de desarrollo humano) es el más alto del mundo (0,938). Su constitución, adoptada en 1814, dos meses después que la gloriosa Pepa de las Cortes de Cádiz, por la que el reino de Noruega fue tan bien aconsejado, permanece hasta nuestros días y la consideran la segunda más estable del la Tierra.
Con tantas virtudes y seguros del bienestar que daba paz social a sus parientes del helado norte, viajaban conmigo el viejo Odin y su hijo Thor. Su única preocupación era protegerme de las trampas que la maldad de los hunos humanos produce. De repaso, visitarían a bordo de mi confortable galera, Gallega o Santa María, las tierras origen de nuestro martirio celta.
Pero mirad y ved como el infortunio nos acecha.
El reflejo del rayo y el estruendo del trueno venía del más allá de los Alpes, de un edificio de Oslo, la capital de Noruega. Las ventanas se habían reventado y sus astillazos formaban un tapiz como figura tétrica para un escenario de guerra. A seguir, en un islote, más chico que el Perejil de Aznar, sonaba el ra-ta-ta-tá, probablemente oriundo del martilleo automático de un fusil, mucho más destructivo que el poderoso martillo de mi amigo Thor.
Los ojos del cóndor de los Andes consiguen ver un hombre alto, rubio, vestido con farda de policial, tiroteando a diestro y siniestro en el campamento de verano organizado por el Partido Laboral en Utueya. El desespero se generalizaba sin previo alarme, al ritmo de un fuego certero arrojado de la mano de un cristiano conservador, según lo describen en páginas del facebook. El sospechoso del serial killer es un joven de estatura elevada, ojos azules, trazos elegantes, ex miembro del partido progresista de extrema derecha, hombre de actitudes modestas y sin el menor arrojo en las discusiones políticas.
A los siete muertos, y docenas de heridos vagando en las nubes de humo por una calle desierta de Oslo, se suman la casi centena de cuerpos de hombres y mujeres, cribados por tiro de fusil a 30 y tantos kilómetros distante del primer siniestro.
Odin parece estático, asombrado por una emoción indescriptible. Se resiste a creer como fue posible que un hijo de alguno de sus hijos haya cometido tamaña brutalidad. Thor narra lo que ve. Su rudeza no le permitir sentir todo que el alma de su padre y hermanas valquirias están sufriendo. No obstante, siente que su corazón fue herido por saber que lo imponderable muestra su rudeza aún en los reinos más desarrollados del mundo, y ahora pasa a creer que para vivir en la Tierra es necesario algo más que patria, justicia y pan, algo más que la suerte de tenerlo todo en la vida.
Son cosas extrañas de la vida que ni siempre uno debiera extrañarlas. Hoy fui compungido, por el escrito de Luis Pousa, en lo que concierne a ciertos vocablos de un conjunto de 510 palabras que dan substancia a su oda matinal.
Se que a mí nadie atribuye cualquier obligación de explicar el derecho que un escritor tiene de escribir con palabras que en determinado momento le vienen a la mano y, con todo el cuidado del mundo, las deja fluir desde la yema de los dedos al teclado, y desde este, a una cajita milagrosa que al instante transforma los complicados códigos de la escrita humana en códigos binarios y, al instante, como un haz de rayos, proyecta ideas y conceptos por los extraños caminos de este mundo retorcido, para hacerlos llegar, en fracción de segundos, a mi sentido visual, que deberá elaborarlos para producir sentido en el interior de mi cloaca cerebral.
Conozco Luis desde antes que él tuviera ese nombre. Lo reconozco al instante siempre que nos visita por la Junquera. Soy asiduo lectórfilo de sus crónicas que a mí llegan por la mano digital del correo. Me siento en la obligación de entenderlo para poder entender a mi mismo y también para rescatar el sabor dulce de mi infantil lengua patria.
Un texto es formado por palabras. En el enunciado encontramos palabras que orientan el proceso de lo que se cuenta. Lo compone parte del caudal de voces, modismos de la familia léxica y giros diversos que el autor realiza para conseguir su intento. Ni todo el saber reunido en una familia es suficiente para entender los nuances (matiz, tono, intensidad) que se internan en el cuerpo de una crónica. Luego debemos recurrir al auxilio del diccionario.
Busco el significado de la palabra Tier. La respuesta me llega al instante: no hay registro. Recurro al todopoderoso Google y me responde en un décimo de segundo que tiene registrado 172 millones de entradas conteniendo el vocablo TIER. Tier es palabra del mojo ingles derivada de la salsa francesa utilizada por los bretones desde 1559. Significa, entra otras cosas, eslabón de una escalera en el que se puede descansar antes de subir a otro nivel.
Poso en la tier para formular hipótesis en función del contexto que me enerva a trabajar con los insignificantes de mi particular vocabulario y crear un régimen confuso y complicado en la administración de dos diferentes tier (niveles) de seguridad semántica.
En el Tier 1 (base, nivel o descanso 1) descansa el capital de propiedad del banco junto con las reservas registradas.
En el Tier 2 el capital jadea un poco más y su cálculo se hace más complicado. Incluye todo el dinero que el banco pierde pero no sabe como lo ha perdido, ni por qué ni para quien. Un inversor fundamentado en la TIER 2 podrá exigir liquidación en el tercer día, apenas en la hipótesis de resurrección de activos sublimados
El Tier es una medida de riesgo que descansa en cinco categorías (0 %, 10 %, 20 %, 50 % y 100 %). A los bancos que operan en el mercado internacional se les requiere un riesgo máximo de 8 %. Este porcentaje se asocia a la moral de poder recibir el capital aportado por préstamo, acrecentado de los intereses pactados. Si el interés es bajo, la moral de liquidar los débitos será elevado y, por consecuencia, el riesgo será menor. Las caixas gallegas, en su nueva expresión de NCG, pasaran, ponderados por el Tier 1, de un riesgo 5,3 % a un riesgo de 6,5 %. Entiéndase, una escalada en el riesgo 1,2 % en poco más de un año.
Sabemos que la contrapartida al riesgo es la confianza en nivel de complemento porcentual. Luego, podemos escribir que una caída en el nivel de confianza de 1,2 % equivale a una variación de 23 % para 18 %, considerados el tier antes y el tier después (1,2 /5,3 antes, 1,2/6,5 después). Y por un truco secuencial de la equivalencia matemática financiera, practicada por los gurús financieros, llegamos a la reducción de cinco puntos en el nivel de confianza. Ese es el abstracto sentimiento que por transparencia de cultura anticipada tanto bien y tanto mal son capaces de producir en la economía de un país.
Conclusión:
El riesgo inherente a la vida es imponderable, aunque quieran cuantificarlo por cualquier método conveniente a la ilusión que produce dinero. Véase el caso del Tesoro americano, ni el presidente más poderoso del mundo es capaza de ofrecer confianza absoluta a su dinero. Otra cosa es la seguridad que algunos tienen por saber quien va pagar la deuda, entrometida, al impromptu de una fantasía al cien por cierto, en el vientre de un colosal riesgo.
El Tribunal Superior de Justicia de Madrid ordena el desalojo de una familia en condición de insolvencia económica.
La orden de la supremísima corte llego a las ocho horas de la mañana de las manos de un poderoso centurión policial, muy dispuesto, con su efectivo bélico, a ofrecer combate al terrible peligro que suponía una señora de 53 años con sus dos hijos. La calle Virgen de Lluc, 140, en el barrio Ciudad Lineal, ha vivido un particular día en su corta historia de barrio construido con el único interés del interés del ladrillo, bien asentado en algún tipo de filosofía bancaria, filosofía radical incapaz de entender que esto ocurre en el Reino de España, país soberano, constituido en estado social y democrático de derecho.
Desalojan a una familia que por derecho constitucional le corresponde un PIB familiar de casi 90 mil euros (PIB per cápita x 3), es dueña en su derecho proporcional de un territorio ideal equivalente a 32 mil metros cuadrados, con su respectiva fauna y flora (3 x Inverso de la densidad demográfica en metros cuadrados), vive en un país que se declara dueño de un alto Índice de desarrollo Humano (IDH = 0,86, muy alto); probablemente es católicas y jamás han usado burka para ocultar la buena intención de sus actos. Pero si esto no fuera poco, esa familia es un helo de la gran familia, que vive al borde del Manzanaresbajo la égida de la popular esperanza en la reta que lleva a la calle de los misterios, por los que pretenden gobernar la patria de 47 millones, españoles de todas las autonomías.
Vivimos el imperio de la desforra, desagravio, retaliación, vendita venganza,que en nombre de una caja y batuque de ahorro pretenden hacer de la Constitución la gran biblia de la basura justiciera.
Dice la Carta Suprema, escrita con la ayuda de un gallego popular, allá por el mil novecientos y setenta y ocho, en el Título I, de los derechos y deberes fundamentales, artículo 10: “La dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el respecto a la Ley y a los derechos de los demás son fundamento del orden político y de la paz social”. El artículo 18 refuerza la idea del décimo: “1. Se garantiza el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen”, “2. El domicilio es inviolable”.
Por el artículo 19, a la familia de la señora María José le han ofertado un piso de 150 mil euros. De alguna manera, por artificio bancario aliado a la industria del ladrillo, la han persuadido a asociarse a una jornada de carácter especulativo con el intuito de convencer otros potenciales compradores de la oportunidad delante de la gran pichincha que significaba adquirir inmueble, y correr atrás de él antes que se agotara la oferta. Quiero creer que fue una justa asociación entre el interés de la construcción, el interés del dinero y la necesidad de vivir con dignidad en algún lugar. Por tanto, todos están con responsabilidad idéntica en el riesgo de la jornada.
Ante el Superior Tribunal de Justicia de Madrid se presentaron dos señoras que decían ser dueñas de un mismo piso. Ambas señoras habían dado luz a un proyecto en la misma hora. Al juez no cabía saber quien primero había parido la idea, pues ella era consecuencia de intereses legítimos y fermentaran en el vientre desde hacia bastante tiempo. Lo cierto en la demanda es que no había acuerdo. Una señora, por circunstancias que le habían robadoderecho al trabajo, no podía pagar. La otra señora, por circunstancias de precaución y prevención de riesgos, exigía su parte en el negocio, acrecido de intereses, multas y gastos diversos previstos en la prevención de riesgos. La señora humilde, al despertar de un lindo sueño, percibió la trampa en que había caído. El Tribunal Superior de Madrid estaba delante de un dilema salomónico y le cabía dilucidarlo con semejante sabiduría. Dividir el piso en dos y ofertar cada una de las partes a cada uno de los socios en litigio.
Algún equívoco en esta historia ha habido, pues el sable salomónico calló sobre la cabeza de la familia humilde, y habría partido otras doscientas si el amor de la señora pobre no la hubiera desistido de proteger su honor.
Pasaron muchos años (doscientos mil, dicen) desde aquel día que para la humanidad todo era principio. Bueno, otros principios ya eran existentes, como por ejemplo la Tierra, el mar, los vientos, los animales… todos gobernados desde la malicia de un lejano reino, carente en esencia de un intermediario, poderoso y capaz de llevar a un buen cabo la finalidad caprichosa de sus principios maliciosos.
Hoy, como entonces, la sociedad, cualquier sociedad, lleva en el alma de su creación una pitada de veneno. Y tanto le sirve para protegerse de los riesgos que la rodean como del desespero interno que la angustia despierta frente al origen de cualquier principio recaudatorio.
En principio, cumpliendo los principios, las administraciones públicas (también las eclesiásticas, sindicales, deportivas y algunas privadas que se juzgan muy sabias herederas del señor) tienen el poder de crear tributos. Y los crean en función de cualquier función generalista, economicista, progresista, igualitarista, justicierista, legalista, seguritarista, y un sinfín de ceteris paribus capazes de transformarnos a todos y todo en objeto de histeria colectiva susceptible de pingüe aprovechamiento. Algo malo que despierta el interés por cualquier cosa peor bajo el acomodaticio palio de los principios de la prevención y precaución.
El caso del euro es paradigmático para la formulación de un buen rollo en casos de prevención y precaución. El Estado, al decretar defunción de la peseta, determinada por principio de validad impositiva, dio alarme a los mercados para que estos transformasen un conjunto de papeles sin cualquier valor intrínseco por otro conjunto de papeles con valor intrínseco equivalente, canjeable en unidades monetaria al 1/164, o cosa parecida.
Cuando sobre el horizonte un pescador vislumbra el peligro del temporal que se avecina y los datos que tiene en mano son contradictorios, su visión está turbada y el raciocinio delante de la intuición no le permite concluir certezas sobre el tiempo, la gestión del riesgo le lleva a adoptar decisiones por el sentido de la precaución política que su conocimiento y experiencia le permitan amparar.
“Un riesgo es un riesgo y no un hecho inexorable” Vale. Pero si esperamos a que el riesgo se consuma por los hechos, todo el mal que podría ser evitado ya no tiene más remedio. Luego, no debemos lastimar la perdida de tantos millones de antivirales. Sin duda alguna, gracias al principio de precaución y prevención, la epidemia de la gripe porcina no se transformó en desastrosa pandemia. Precaución por lo que ocurre en Grecia y prevención para que no ocurra cosa peor por aquí sería bueno no para que las campanas dejen de tocar y sí para que repiquen por el júbilo de que por aquí no ha pasado nada.
HOMEes un vídeo con duración de 93 minutos que ha prendido mi atención desde el principio al fin. Por mi conocimiento y experiencia, yo se que la generación que me suceda va tener mucho trabajo para limitar el riesgo de unhecho inexorable. Recomiendo verlo y reflexionar sobre su contenido.
Quiero creer que el periodismo español está poco habilitado a traducir el pensamiento político de un líder popular.¿Como son capaces de escribir que España pierde el tiempo por un periodo de descuento sin que haya adelanto electoral? Si adelantamos lo que sea a cuesta del tiempo sería como el milagro de entrar en el túnel del tiempo y dar marcha atrás y, después, jadear como locos en busca del tiempo perdido.
Algo de extraño hay, o en lo que escriben o en quien lo dice para que sea escrito. Pero mucho más extraño es el valor de esa pequeña masa de presidentes diputacionalistas, cuyas actuaciones poca transparencia ofrece a los ojos y oídos de la gran masa, afectada por los problemas que envuelve la gobernación y los banqueros en sus actividades financieras.
Está bien que como ciudadano europeo nuestro querido líder gallego demande de la señora Merkel contundencia en la exigencia de decisiones claras y entendibles, sin medias palabras, sin marchas laterales o al estilo del cangrejo, como generalmente ocurre. Por otro lado, es recomendable que el señor Shoemaker haga los reparos necesarios a una vida digna, en tiempo presente, de todos los españoles que lo necesitan. Y esto el señor Zapatero no conseguirá si escucha y atiende la mala rabia de quien desea jubilarlo a tiempo perdido.
“Que haga los deberes”, dice Rajoi. También lo dije yo cuando escribí que el deber del deber es lo que importa. Y si España va mal es porque no debe lo suficiente. O tal vez lo que debe, en realidad, no constituye un deber en sí y sí un haber por el mal juicio que se ha hecho del dinero, que a cualquier título es siempre propiedad del Estado que lo produjo.
Rajoi no lo dice, pero lo que a mi opinión parece querer decir es que no es justo que las personas humildes deban tanto en tan poco tiempo de vida que llevan bajo égida de la Eurozona. Un problema real que la artesanía de un habilidoso zapatero deberá des trinchar clavando cuero a los zuecos para proteger los pies descalzos de sabañones. Algo parecido con el pedido de aumento de la Gran Deuda Nacional que el señor Obama pretende arrancar del Congreso, y este, a una sola voz republicana, niega si el gran aumento no va destinado a aumentar el lujo del poderoso rico.
Rajoi y Obama andan en la renta de un mismo camino. Rajoi no quiere el deber de los pobres, conoce el camino para que estos paguen lo que los bancos deben. Obama desea reducir el deber de los ricos, ha mostrado el camino para que el país ande por los pies de quien trabaja. El esfuerzo de Obama será echar aliento a la burbuja. El esfuerzo de Rajoi consiste en pincharla tanto como pueda.
Y entre pinchitos y vino, cuando vienen al ribero, nos cuentan como poco cuentan los más de seis mil millones de euros, que de lo impuesto al pueblo arrebañan las juntas diputaciones. Para nada más que obtener en la partida del sublime debertres mil y doscientos millones. Algo para morir de risa si al pecho oprimido le falta aire.
Ayer yo tuve un sueño. Fue un sueño lindo, que delineaba, en el valle entre dos colinas, un futuro promisor. Partí con el sueño y dos maletas, una repleta de viejos libros, pesados como el plomo, la otra, de leveza voluminosa, con ropa zurrada y perfectamente adaptada al talle de mi cuerpo radicalmente austero, que en aquella altura vivía sin ninguna sobra de tejido adiposo.
Fue una mañana de fin de invierno. Salí al mundo en busca de algo que pudiera corresponder a aquel sueño. De autobús a la Coruña, de tren hasta Vigo, donde me esperaba un buque que había partido de un puerto del norte europeo en su último viaje a cuenta de la emigración, fui al encuentro de un flujo humano, allegados de toda España, que carreaban sueños parecidos.
En Lisboa, el buque completaría su carga humana con un pequeño grupo de portugueses que con sus pañuelos humedecidos por lágrimas daban adiós a su gente querida.
Hoy ya no sueño más, apenas tengo pesadillas. Pesadillas capaces de sufocar la respiración cuando a altas horas el cansancio domina el alma siempre despierta y el flujo sanguíneo inverna por ausencia de presión. Ya no permiten a mi responsabilidad pública buscar el equilibrio natural entre el desenvolvimiento económico, el progreso social y protección deseada al medio que me alimenta. Responsable por lo que hago y pienso, yo soy y seré responsable hasta morir. Las leyes poco respecto merecen, pues han sido elaboradas al interés particular de algunas personas, quienes, en función de sus personales deseos, muchas veces nos aplastan bajo el orden de una supuesta legalidad pero extremamente carente de justicia natural. A mi han perjudicado cuando a ellas yo rendía respecto vasallo y no tenía miedo a que la arbitrariedad de las personas con poder de sentencia vendiesen dictamen. Tenía fe en la lisura que gobernaba las leyes.
Hoy mi fe desvanece como palidece el vigor de mi cuerpo. No es realidad para todas las personas, de poca edad, de edad media o avanzada como va la mía, pues a todos no alcanza la ética con igual transparencia ni esparce por igual en todo el planeta. Ni siquiera la verdad que es para unos es verdad también para otros, aunque algunos niños de mi niñez tanto hayan confiado en niños que hoy caminan por el adulterio de la verdad. No estamos libres del soborno, de la extorsión, de la corrupción, hoy, casi gallardas e indispensables en la gestión de un capital mínimo a la sobrevivencia del hombre empresarial.
Ayer, yo tuve un sueño. Y por él respeté a la naturaleza, combatí desde la posibilidad de mis fuerzas la contaminación que se arrastraba por el mundo, en el que siempre yo quise dejar el bastón del relevo en condición no peor que aquella que yo tuve al partir. Fui activo y consciente en la creación de nuevos hábitos de consumo, padecí del hambre por paz y justicia social;creí que del combate a todo que es forzado, sea sin razón, por poder arbitrario de la legalidad injusta o cualquier otra especie de exploración, nacería el derecho universal a la dignidad.
Ayer, yo tuve un sueño. Soñaba que el futuro podría ser construido desde las diferencias con que nos habían formado, que podíamos amar y ser amados por lo que realmente nosotros éramos de verdad, sin cualquier discriminación de color, género, religión, edad. Los niños serían niños y como niños se comportarían sin que la pobreza o el dinero los apartasen. Aboliríamos de la tierra el sufrimiento que el hambre produce.
Ayer, yo tuve un sueño. Como ciudadanos del mundo abríamos dar valor a nuestro valor, a nuestro pasado cultural, individual, familiar o colectivo. Regresaría al pueblo muy orgulloso de poder ayudar la comunidad, con mi experiencia, y desde allí podría colaborar a la conservación del planeta, en el presente y para el futuro de la humanidad.
Ayer, yo tuve un sueño. Queriendo hacerlo realidad, de mis manos salieron productos y servicios que mejoraron nuestras vidas. Las empresas que emplearon la fuerza de mi trabajo crecieron hasta constituirse en la base de una nueva sociedad. Una sociedad incapaz de ofrecer respecto al trabajador, sea en la condición de empleado o en el estado de natural consumidor.
Hoy, yo tengo una pesadilla que todo el mundo debe saber. No acepto la irresponsabilidad que se me atribuye por cuestión de edad. No veo en la sociedad políticas que muestren intención de hacernos realmente mejores, ni ahora ni en el futuro, que para mí es pasado continuo. Mis ojos no ven nadie que quiera protegerlos de la contaminación ambiental, pero sienten como los pobres deberán, por su cuenta y riesgo, protegerse a si mismos. Y mientras esto suceda, todos los que creen en la vida sufrirán el rigor de esta mi terrible pesadilla, para llorar en el futuro que se ausenta la presencia de un bonito sueño, que ahora, por eso de la ISO, quieren rescatar.
En los campos sagrados de alguna aldea de mi infancia querida, pude ver a la distancia del olvido como un brujo imantado y trasnochado giraba al libre arbitrio de los pies que le daban sustentación en el plano de la horizontalidad. A simple vista parecía loca locura de alguien que necesitaba ser exorcistado. Pero no, apenas se trataba de alguien que exorbitaba pasión en su condición de divino señor de alguna tribu en los alrededores de Percebes.
El fume que exhalaba de la pureza de un habano, trinchado entre dos dedos de la mariposa izquierda, marcaba el rumbo placentero de la tropa de burros que debían trotar pies bien compasados por uno de los cuatro caminos que conducen al santuario. Allí llegó borracho el borracho pidiendo cinco tequilas donde tequila no había. Si quieres tomarte un trago – le cuenta Pedro de la ermita- reza una misa para que del botín brote vino y no te curven las piernas tan cerquita del infierno.
Hoy me subí al promontorio del cabo finisterre, situado un poco antes de la majestosa casa del farol , exactamente en el local donde no hace muchos años quisieron transformar ese punto sagrado en palco de la basura, con fuero de libre arrancada a la maratón por el desastre ecológico de la costa más gallega de todas las costas.
Allá por la línea del horizonte, donde el mar y cielo se ven igual de azules y a la distancia parecen que se unen, pude observar una especie nerótica de pájaros patricios. Blandían con cierta maestría el tridente de Neptuno. En su placentera calma vislumbran un mundo perfecto. Infelizmente este es un estado anómalo de un comportamiento típicamente belicoso. Atemorizado por el contradictorio de cualquier orden, desenvainan el tridente para turbinar el mar, para rasgar todo que en la tierra se asienta, para confundir el viento con ciclónicos movimientos, para impedir el retorno al lar del odiseu Ramón, para mantener la homérica Ilíada muy liadaa mis confusas reflexiones.
Y por ahí vamos, con biblia en mano, samba en el pie, pandereta en la cabeza ritmando la melodía estridente de una gaita de fuelles, directo al canto de gloria en su movimiento litúrgico: Tú que estás a la derecha del padre, ten piedad de mí, porque solo tú eres santo, solo tú eres señor. A ti yo alabo, a ti yo bendigo, adoro, glorifico y doy gracias. Creo en ti con toda la fuerza de mi fe, aunque tú jamás hayas creído en mí por todo el poder que te di. Hoy vives sentado, fiel y acomodado a la diestra, ignorando que los de la siniestra también sontus hijos, todos herederos de Adan, pero sufridores en la carestía brutal cuando percibimos la derecha sillonada en cojín de lana y algodón eucaristiando carne de cordero, asada al fuego con tempero dulce extraído de lágrima amarga de la izquierda alada.
Una fría rajada de viento enfría el intento de encontrar camino reto a estas mis retorcidas palabras. Pido al faro que me ilumine, pero de sus bajos sombríos ronca el estruendopara decirme que su luz no penetra en las tinieblas cuando el sol en pleno día domina.
Vuelvo la mirada al horizonte de mi casi ya pasada existencia. Mi cabeza gira en aparente movimiento de negación. Nada niega. Nada confirma. Mis ojos van cansos en la recepción de tantos paisajes. Reducción de 50 por ciento de la visión sería su justo desgaste. Más justo sería si no hubiera desgaste alguno. Pero infinitamente injusto es ver la asimetría en la gracia de ver a la distancia el infinito que se aproxima y sentir, como siente este mi cuello, la balanza indicando el desplome vertical de tanto baldonearse en el plano der la horizontalidad consentida.
Desde su salida del Paraiso, la Humanidad vive el periodo más conflictivo de su historia. No tenemos el consuelo de poder culpar un inocente ofidio, ni siquiera la astucia suprema de una costilla arrancada del macho-hombre durante un tenebroso y solitario abandono. Podríamos acusar el mal resultado de una infortunada cosecha de manzanas, pero, ni aunque fuera verdad, nuestra razón jamás se rendiría a un hecho tan insignificante a la existencia del Homo Sapiens. El demonio anda muy desprestigiado y a su dios ni dios hace más caso. ¿Por qué será, pues, que la globalidad occidental anda tan comprimida, absorta y preocupada por lo que va sucediendo a diario?
La mayoría de la gente que produce lo indispensable para tocar la vida en el corto intervalo de su estancia en la Tierra no es dueña de la banca, no vive de acciones, ni siquiera las posee, ni siquiera sabe lo que son o lo que ellas representan. No obstante, desde que inventaron esos pagarés como medio concreto de una promesa abstracta, el mundo se ve enrollado por una gigantesca máquina de papel, escondida en un profundo fondo monetario, desde donde consigue gobernar a su bel capricho el día-a-día de nuestras vidas. Incluso la mía, que por decurso de plazo o validad presumida cruje los huesos en fiel advertencia de que la cosa está llegando a su fin.
Una ligera observación a las arcas sagradas del mundo esclarecido nos hará ver que ellas están repletas de deudas. Eso me recuerda una de las recomendaciones de mi padre cuando yo estaba listo para abandonar la casa celestial: Hijo mío, nunca te olvides, el cumplimiento del deber es marca de la honestidad de un hombre.
Está ahí la llave para comprender la honestidad de las naciones: el DEBER. Todas las naciones DEBEN. Y más honesta, al juicio de una colosal reyerta, es la nación que más debe. El deber es una obligación divina. Cumplir esa obligación desarrolla confianza, eleva la moral y nos hace virtuosos. Por eso y porque la nación es representante fiel del deseo popular, todas las naciones con un pingo de moral están endeudadas ¡hasta el pescuezo!
Hasta la altura del pescuezo no hay cualquier razón para que cunda el desespero por la grandiosa virtud de llevar clavado en la palma del débito tan pesado fardo. El problema surge de la solidez, petrificada en plata y oro, cuando la sublima un estado de evaporación sin registro adecuado de la intermediaria liquidez.
La liquidez es un buen estado para mostrar el nivel del peligro. Hace soltar las alarmes cuando su nivel alcanza la boca. Sin comer, adviene la economía para decir que estamos austeros. Habiendo del lado del deber un ligero aumento de temperatura, nuestras narices pasan a respirar un cálido vapor por el que se accionan las campanas para decirnos que no es más un alarme. La glotis, en estado de oclusión glotal, interrumpe el flujo monetario para producir un sonido absolutamente sordo a los oídos del capital, que, en última análisis, tiene crédito como contrapartida al deber de DEBER.
Confieso ordenar el interés de mi lectura por fuerza de la sugestión del título que precede un determinado escrito. No me defrauda saber que me engañan frecuentemente, pues como siempre dice… - ¿Quién? – grita alguno en el auditorio – ¡Luis, el huno entre todos! - le espeto con el trueno de mi voz irritada.
Podría haber respondido de mil otras maneras pero cuando se responde solo hay una manera de hacerlo. Y es con la primera idea que se asoma a la ventana, cuyas asas debes abrirla para dejar la idea volar e impedir que las otras que vienen atrás se ahoguen contenidas en la mazmorra del ambiente interior.
Qué banca, oh! – se pregunta Luis. ¡Digan sus nombres para que observemos la correa que menean! ¿A quien debemos medirle la cintura? ¿A quien debemos ofertar un buen jarabe de palo para que se abstenga de engordar hasta la locura?
A todos, en abstracto, que muy concretos ellos son cuando los definimos por el índice de su masa corporal. La banca, entendida en el pasado como instrumento útil a la economía, entonces en franco progreso hacia el bienestar de las personas, se ha transformado en esa masa informe del síndrome metabólico, globalizada desde la saña por altos ingresos y parroquializada por la codicia de los medios y bajos sueldos.
No se de la existencia de “aquel” poeta del imaginario cuento, pero Capital y Banca existen, ¡sí, señor! Tienen domicilio fiscal y nombre mayúsculo de bautismo. Les falta caridad, pero poseen mucha fe en el dios Dinero, además de absoluta esperanza por la utilidad que esperan recabar de los jueces en el juicio final. ¿Que puede interesar el nombre de un mórbido desastre cuando el desastre avanza sobre nuestros cuerpos? ¿Suname? ¿Onda ¿Gigante? ¿Terremoto? ¿Huracán? Llámenlo como quieran y en la lengua que prefieran. Lo malo es siempre malo y, para que no se haga peor, habrá que cuidarlo, tratarlo, diagnosticar las causas y pronosticar las consecuencias, sin olvidar la gestión de un adecuado remedio.
No agotemos nuestra energía propagando ser mejor lo roto que lo rasgado. Es prudente observar Grecia, Portugal y, ahora, Italia, hipertrofiados todos por tejido adiposo, descontroladamente desarrollado por transferencias macizas externas. Miremos directo al Oeste y allí veremos la economía más fuerte y poderosa del mundo clamar a los cuatro vientos su colosal déficit. Es de aquellos buenos aires que cunde el terror que alcanza la banca. Y ya decía… - ¿quien?- No se, pero se que alguien lo ha dicho, “Cuando un gigante es acometido por gripe, cuídese la pulga para que no aplasten su cuerpo”. O como este otro dicho de la experiencia popular: “arroja piedras al tejado del vecino sin pensar que el tuyo es hecho de vidrio”.
Al terminar de leer en una rápida pasada la crónica de Alfredo, “Impasible el ademán”, creí haber entendido su contenido, pero ¡ay de mí!, cuando sumergí en el adjunto de los comentarios, un parafuso de rosca soberbia empezó a girar, buscando espacio en el abismo profundo de esta mi inteligencia cibernética.
Fui bajando por los meandros de la obscura historia y me encontré con Sir Shaya Berlin, el cual me contó, como a mí también contaran por ocasión de mi retorno a Iberia, que le habían avisado de las dificultades que encontraría a su regreso a Riga, en mi caso, al buen rego. Las autoridades locales impedirían cualquier manifestación libre de su pensamiento. En mi caso, el trabajo.
Rusia vivía bajo las sombras que había producido la II guerra mundial. En tal ambiente Berlin no podia escribir cosa mejor: “it was like speakin to the victims of shipwreck on a desert islan, cut off for decades from civilization”. Algo parecido yo podría haber escrito en el 2002, a la sombra de los todopoderosos Aznar y Fraga, cuando el negro chapapote reflejaba la angustia marinera a orillas del mar. Galicia continuaba la misma. A mi el mundo había transformado el contenido filosófico adquirido por la propaganda general, quien a todos mandaba por la gracia de Dios y, ¿por que no? del espíritu que emanaba del agujero de un fusil.
Oír hablar de migrantes indiscriminadamente fue algo molesto que yo tuve que suportar durante los dos años de mi estancia en Galicia. “Vosotros aquí no sois nadie”, decía la jefa de colocación de mi pueblo a un joven médico diplomado en Venezuela. “Tus conocimientos y experiencia aquí no valen nada”, espumaba la misma jefa cuando la sorprendí al teléfono ordenando suprimir sumariamente, a favor de un apadrinado suyo, que ni del pueblo era, mi nombre de la lista de un Obradoiro. Le sería imposible justificar mi exclusión por cualquier otro motivo que no fuese la ausencia de mi persona en la convocatoria. La adscripción política del sin causa apadrinado la impedía de ver otras virtudes indispensables a la suma y sigue de cualquier leal concurrencia.
Por la mitad del tercer parágrafo caí de súpito en el foso de Trento. No entendí la asociación de Trento con la derecha y de otras causas más profundas. Ir más bajo sería caer a un nivel imposible de resurgir. De cualquier manera, Trento, por su concilio ecuménico en tiempos de un rey que creímos español (y lo era, pero también empuñaba el cetro del sacro imperio germano romano) pasó a la historia como uno de los concilios más productivos. Debíamos reflejarnos en este concilio para buscar algo que nos arranque del lodo en que andamos metidos. Debíamos dar más voz a la vulgata para traducir los dogmas de la politocracia y convergirlos con los protestos de los indignados. Debíamos hablar en plaza pública sobre las razones que esconden Cristo en la eucaristía para solo allí repartir su cuerpo, mientras, fuera, el desempleo se transustancia en miedo, hambre y miseria.
El video sugiere que girar a la izquierda y, a seguir, a la derecha, o a lo contrario conforme la referencia que se adopte, es necesario para alcanzar alguna meta en los propósitos de nuestra misión. Mirad al espejo cuando acuséis un lado con dedo en ristre. Os responderá el otro lado con idéntica furia.
El dominio financiero de la Hispania se produjo antes de Almilcar hacerse dueño de Cartago. Sabemos todos, algunos no lo saben con tanto desparpajo, que turdetanos y oretanos se fustigaban mutuamente a golpe de palo verbal. A veces pienso que se degladiaban por el único motivo de dar plena ocupación al tiempo y así defendían un particular derecho de distraer el diente, evitando, con tan sutil tecnología, perder el ojo y roer sus personales uñas.
Como el FMI, Bach sabia que sería muy útil elaborar un banco de buenas razones para entretener los desocupados, hijos de la fortuna que los ventureros guerreros conseguían conquistar a lo largo de sus viajes exploratorios, en los siglos de oro. Sentía Bach extrema necesidad de asegurar un buen funcionamiento a un pequeño número de instrumentos, que él monitoraría combinando tasas, en sus diferentes niveles, con un adecuado balanceamiento semihorizontal de brazos, asentados en un cuerpo movido en su verticalidad por resortes de las juntas de miembros, algunos superiores y otros inferiores.
Bach, con sus más de 200 cantatas arrancadas de su órgano pasional, destaca, en la exposición de mi buen amigo Krugman, con este monumental concierto de Brandenburg. Son once los elementos de la ejecutiva camerista, siete estan en pie y cuatro, sentados. Observad que los sentados no descansan el culo en imperiales sillones, como sería deseable para la buena ejecución de absolutamente nada; lo hacen en modestas sillas para producir, sin estafa, lo necesario, evitando que el desgaste de una articulación excesiva comprometa la austeridad armónica de un perfecto concierto, adecuado al momento tensor exigido por el acuerdo de las cuerdas de la sinfónica orquesta.
No lo vemos, pero sentimos que este conjunto debe estar regido por un director, capaz de discutir con todos los músicos los problemas que naturalmente derivan de las desviaciones musicales que el alma y cuerpo de cada particular instrumento produce. Como el FMI, este señor debe tener poder de veto, evitando ocurrir algún sonido inconveniente a sus oídos. Nada de más, es un tributo que se paga por el beneficio que produce tocar cantos en conjunto.
El FMI fue creado para proteger las naciones del descalabro económico y evitar desequilibrio en la balanza de pagamentos. El FMI posee múltiplos recursos de aproximación de la melodía que canta a los oídos de los agentes financieros en los países asociados. Promueve la cooperación monetaria entre países; favorece el comercio, integrándolo en una visión global; hace crecer el empleo por medio de ayuda económica a los países endeudados. Empresta dinero y, después de un tiempo, recoge algo más de lo que ha emprestado. Algunos piensan que retira muchísimo más de lo que da, y, por eso, el mundo se va agotando al toque filarmónico del concierto de Washington, hasta hace poco tocando bajo la regencia del señor Dominique.
El concierto de Brandemburgo se ejecuta en seis modelos. El concierto número tres es considerado el más popular porque la melodía no se estructura en ningún instrumento de soplo y, por este modo, el resultado de su belleza austera jamás el viento llevará. Es un modelo perfecto entre la concordancia de acuerdos temblorosos y el deseo rítmico de las cuerdas vibrantes.
El concierto sexto, adagio pero no mucho, simboliza cierto cansancio de la gestión financiera, que mucho menos que alegre va sumando monotonía al órgano y a los que lo acompañan por el contrapunto de dos violines del BM, auxiliados por el contrabajo de dos violones, BIRD y la AID, y otros dos en molesto compás de espera, España y Portugal.
Como si no tuviéramos suficientes problemas con los problemas que nos vienen de fuera, ahora toca la gaita para descubrir la ecuación correcta para una justa distribución matemática de concejales.
No me acuerdo de las competencias de mi amigo Placido en el arte de la terapia aritmética pero, por sencilla presunción de conocimiento, presumo que eran buenas, pues ambos hemos tenido Carmiña Muruais como preceptora en la vanguardia de nuestro saber.
Las comisiones informativas municipales permanentes son órganos carentes de cualquier atribución resolutoria. Las personas que la componen discuten con su opinión personal sobre el prejuicio o juicio de algo, por el que deberían llegar a un ajuiciado consenso.
Aferrados a tal consenso, la Comisión emite un dictamen, por el que el alcalde, el Pleno o la Junta Local de Gobierno, en actuación con poderes delegados por el Pleno, se orienta para tomada de decisión en el ámbito de las competencias que les son atribuidas. En tesis, estas comisiones constituyen un órgano fiscal de vigilancia y control del poder resolutorio, esto es, del poder discriminatorio del alcalde.
Los cuatro grupos políticos que integran la corporación tienen derecho a participar en las Comisiones mediante la presencia de ediles en número proporcional al número de concejales que tienen en el Pleno.
No hay mucho para discutir en materia de creación de comisiones. El abracadabra de la solución está contenido en una ley de la Nación, más poderosa que cualquier acuerdo por la voluntad local.
La equis resolutoria está en la triangulación de la cabalística palabra, pero al resultado no se llega por el método del traspié vacilón de dos piernas cruzadas. Es necesario recurrir al cálculo de la razón aritmética para entender el truco de la división proporcional.
Por la formula ( 5 IxC + 4 PP + 3 BNG + 1 PSOE ) /13 obtenemos un cociente para cada grupo. Al ser multiplicado por cinco (número de los componentes de la Comisión) el cociente de cada partido se transforma en coeficiente jurídico para la obtención de un índice, indicador de la composición de una comisión representativa. Aproximando estos índices con dos casa decimales tenemos la siguiente distribución de concejales:
IxC = 1,92
PP = 1,54
BNG = 1,15
PSOE = 0,39
TOTAL = 5
El problema del abracadabra solución está en que la unidad humana no es divisible. Su participación solo puede ocurrir en múltiplos enteros. Esto acontece cuando apelamos para alguna teoría de aproximación o seducción. Por aproximación al entero, a IxC corresponde dos concejales; el 1,54 PP está más cerca del dos que del uno; del mismo modo, el 1,15 BNG se aproxima más a uno que a dos; el lugar que corresponde a Amancia es cero. Luego, por aproximación y cálculo de una razonable seducción, el resultado incuestionablemente justo es:
2 IxC + 1 PP + 1 BNG + 1 PSOE
Cualquier otro resultado será producto de trampa o abuso del seductor.
Las antenas de mis vikingos andan ligeramente desenfocadas. No es que no funcionen. Funcionar, funcionan. Se hacen funcionar, como cualquier funcionario del orden publico, a base de mucha interferencia. Debe ser el eco que reverbera en el interior de sus capacetes. El caso es que yo llevo algunos días meneando el cuerpo desde el rabo de mi galera y no acierto el paso que me conduzca de regreso a la utópica Galecia de mis amores.
Esta mañana he visto una chalana que se aproximaba a la proa de mi buque virtual. Lo hacia rodeado de todas preocupaciones posibles, lo mismo como hace un colector fortuito: mira a la derecha, después a la izquierda, simula que anda cuando para, y anda ligero al punto cuando se me antoja que está parado.
Pablo está en su camarote elaborando nuevas epístolas en las que me ha recomendado portador a su amigo Tiago. Brey peina su barba al reflejo de la luz del mar, que hoy muestra su dulzura cabalgando sobre la crista de una suave onda. Gadafi por el faro de Alexandría envía destellos de suave fragancia con aroma de fuego. Berlusconi, el moderno ícono de la sexualidad romana, posa sus vergüenzas para que sean analizadas por los homeros de la posteridad. En la germanía gótica, la señora Merkel cuenta el saldo de su cuenta europea. En la ibérica Hispania, mi amigo zapatero suma y sigue los días que anteceden su merecida jubilación. Pienso que estoy delante de un idílico escenario para el cuento que se avecina.
Desde mi puesto, anclado al timón en el puente de comando, adopto iniciativa de contacto, simulando saludo marinero al fortuito chalanero. Responde que se llama Salmón y transporta en el baúl de su nevera un producto fantástico envuelto en papiro de la rica Maceedonia. Dice que su producto posee la esencia del secreto que esconde el camino a los tribunos de los nerios y los impide de dar albergue, en cuadra segura con rejas de hierro, a ese apóstol del campostelle. Una esencia, sin duda, capaz de atraer mi interés por la voz de tan bella sirena.
Promuevo que el solitario marinero suba a bordo de este mi buque insignia. Mi gran sorpresa fue ver que este pillaban de la liturgia clásica transportaba en el aljibe de su bote la esencia de un buen riego, que a mí, tutor de la esperanza, interesaba conocer. Se trata del Codex Calixtinus, un manuscrito tallado a mano y que acoge, en sus primeras páginas, misivas de mi amigo Calixto a mi liber Sacti Iacobi, en puro testimonio de los milagros narrados al ilustre Diego Xelmirez, paisano de la no menos ilustre Rosalía de los castros gallegos y contemporáneo de uno de mis vikingos, el dueño de la galera construida en el puerto de Padrón allá por el año de mil y cualquier cosa de nada.
El código Calixto es un pentateuco libro, siendo que cada uno resume en su título la intención de lo que se cuenta en sus páginas. A mi interesa el libro tercero, no por su brevedad y sí porque presumo que va orientar mi camino por mar a Santiago y, después por tierra, a la costa fisterrana.
El marinero furtivo me vende el libro al precio de una pequeña tasa, que él debe pagar al gobierno para poder mantener su oficio de furtivo. Un poco más caro fue la protección de su hospitalidad y la venta de pan, vino, carne, miel, leche y otros suvenires de la cocina mediterránea. Decía constituir antífona de buen augurio, pues, como me recuerda Pablo, quien canta sus males espanta. Y el camino por mar a Santiago, con jota o sin jota jacobina, mucho se presta a una buena oración de este humilde andarillo.