martes, 12 de julio de 2011

TECHO DE VIDRIO


Confieso ordenar el interés de mi lectura por fuerza de la sugestión del título que precede un determinado escrito. No me defrauda saber que me engañan frecuentemente, pues como siempre dice… - ¿Quién? – grita alguno en el auditorio – ¡Luis, el huno entre todos! - le espeto con el trueno de mi voz irritada.

 Podría haber respondido de mil otras maneras pero cuando se responde solo hay una manera de hacerlo. Y es con la primera idea que se asoma a la ventana, cuyas asas debes abrirla para dejar la idea volar e impedir que las otras que vienen atrás se ahoguen contenidas en la mazmorra del ambiente interior.
Qué banca, oh! – se pregunta Luis. ¡Digan sus nombres para que observemos la correa que menean! ¿A quien debemos medirle la cintura? ¿A quien debemos ofertar un buen jarabe de palo para que se abstenga de engordar hasta la locura?

A todos, en abstracto, que muy concretos ellos son cuando los definimos por el índice de su masa corporal. La banca, entendida en el pasado como instrumento útil a la economía, entonces en franco progreso hacia el bienestar de las personas, se ha transformado en esa masa informe del síndrome metabólico, globalizada desde la saña por altos ingresos y parroquializada por la codicia de los medios y bajos sueldos.

No se de la existencia de “aquel” poeta del imaginario cuento, pero Capital y Banca existen, ¡sí, señor! Tienen domicilio fiscal y nombre mayúsculo de bautismo. Les falta caridad, pero poseen mucha fe en el dios Dinero, además de absoluta esperanza por la utilidad que esperan recabar de los jueces en el juicio final. ¿Que puede interesar el nombre de un mórbido desastre cuando el desastre avanza sobre nuestros cuerpos? ¿Suname? ¿Onda ¿Gigante? ¿Terremoto? ¿Huracán? Llámenlo como quieran y en la lengua que prefieran. Lo malo es siempre malo y, para que no se haga peor, habrá que cuidarlo, tratarlo, diagnosticar las causas y pronosticar las consecuencias, sin olvidar la gestión de un adecuado remedio.

No agotemos nuestra energía propagando ser mejor lo roto que lo rasgado. Es prudente observar Grecia, Portugal y, ahora, Italia, hipertrofiados todos por tejido adiposo, descontroladamente desarrollado por transferencias macizas  externas. Miremos directo al Oeste y allí veremos la economía más fuerte y poderosa del mundo clamar a los cuatro vientos su colosal déficit. Es de aquellos buenos aires que cunde el terror que alcanza la banca.  Y ya decía… - ¿quien?- No se, pero se que alguien lo ha dicho, “Cuando un gigante es acometido por gripe, cuídese la pulga para que no aplasten su cuerpo”. O como este otro dicho de la experiencia popular: “arroja piedras al tejado del vecino sin pensar que el tuyo es hecho de vidrio”.


- ¿Quien lo ha dicho?

- Carlos Dickens en su cuento de dos mundos.

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