miércoles, 20 de julio de 2011

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Pasaron muchos años (doscientos mil, dicen) desde aquel día que para la humanidad todo era principio. Bueno, otros principios ya eran existentes, como por ejemplo la Tierra, el mar, los vientos, los animales… todos gobernados desde la malicia de un lejano reino, carente en esencia de un intermediario, poderoso y capaz de llevar a un buen cabo la finalidad caprichosa de sus principios maliciosos.

Hoy, como entonces, la sociedad, cualquier sociedad, lleva en el alma de su creación una pitada de veneno. Y tanto le sirve para protegerse de los riesgos que la rodean como del desespero interno que la angustia despierta frente al origen de cualquier principio recaudatorio.

En principio, cumpliendo los principios, las administraciones públicas (también las eclesiásticas, sindicales, deportivas y algunas privadas que se juzgan muy sabias  herederas del señor) tienen el poder de crear tributos. Y los crean en función de cualquier función generalista, economicista, progresista, igualitarista, justicierista, legalista, seguritarista, y un sinfín de ceteris paribus capazes de transformarnos a todos y todo en objeto de histeria colectiva susceptible de pingüe aprovechamiento. Algo malo que despierta el interés por cualquier cosa peor bajo el acomodaticio palio de los principios de la prevención y precaución.

El caso del euro es paradigmático para la formulación de un buen rollo en casos de prevención y precaución. El Estado, al decretar defunción de la peseta, determinada por principio de validad impositiva, dio alarme a los mercados para que estos transformasen un conjunto de papeles sin cualquier valor intrínseco por otro conjunto de papeles con valor intrínseco equivalente, canjeable en unidades monetaria al 1/164, o cosa parecida.

Cuando sobre el horizonte un pescador vislumbra el peligro del temporal que se avecina y los datos que tiene en mano son contradictorios, su visión está turbada y el raciocinio delante de la intuición no le permite concluir certezas sobre el tiempo, la gestión del riesgo le lleva a adoptar decisiones por el sentido de la precaución política que su conocimiento y experiencia le permitan amparar.

Un riesgo es un riesgo y no un hecho inexorable” Vale. Pero si esperamos a que el riesgo se consuma por los hechos, todo el mal que podría ser evitado ya no tiene más remedio. Luego, no debemos lastimar la perdida de tantos millones de antivirales. Sin duda alguna, gracias al principio de precaución y prevención, la epidemia de la gripe porcina no se transformó en desastrosa pandemia. Precaución por lo que ocurre en Grecia y prevención para que no ocurra cosa peor por aquí sería bueno no para que las campanas dejen de tocar y sí para que repiquen por el júbilo de que por aquí no ha pasado nada.


HOME  es un vídeo  con duración de 93 minutos que ha prendido mi atención  desde el principio al fin. Por mi conocimiento y experiencia, yo  se que la generación que me suceda va tener mucho trabajo para limitar el riesgo de un  hecho inexorable. Recomiendo verlo y reflexionar sobre su contenido.



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