miércoles, 7 de enero de 2009

GAZA

GAZA

En Galicia vivimos encastillados por una enorme muralla que nos blinda de los horrores vividos por habitantes de un minúsculo país de las tierras mediterráneas del apóstol Santiago. No cunden noticias en los periódicos. Ojos que no leen, el cerebro no se entera y todos felices.

El espectáculo es dantesco. En un cielo hermosamente azul se ve un helicóptero de las fuerzas de Israel. De su morro suena un estampido al arrojar un cohete que sigue en línea recta, buscando en su objetivo la desgracia certera. Tres segundos después, el sonido de una explosión hace eco en la ciudad de Gaza. Una columna de humo sube al cielo dándole aspecto de aire muerto. El viento sopla fuerte para avivar el fuego arrojado por la mano del dios judío. El olor de carne quemada entra por mis narices y hace que mi cuerpo sienta vértigos ante tamaña deshumanizad. Dos torres esbeltas de una mezquita árabe enfocan el punto de impacto y violenta explosión. Como en los tiempos de la sagrada familia, mujeres con túnica negra y burka blanca de la distinguida nobleza hiyab abandonan sus hogares, saliendo a la calle sin saber a donde correr. Una mula con las bridas sujetas a un carro yace herida, atravesada en la calle. Un niño de tres años expresa su horror por la imagen de su rostro y el cuerpo mutilado. El hospital esta abarrotado de heridos en lecho de muerte. Jóvenes con mucho frio caminan por los corredores en busca de parientes y amigos. Llegan ambulancias con sirenas berrantes, hombres uniformizados de protección civil corren en tropel de caballo conduciendo en la maca un ser humano que no saben si está vivo o ya es muerto, corren con la ilusión de salvarlo del destrozo causado por el cohete disparado (con clara intención de matarlo) desde un helicóptero.

En otro local, bien a salvo de la guerra, Tzipi Livni, ministra de Relaciones Exteriores explica las razones del terror. Razones inexplicables cuando se ve un padre prostrado de dolor delante de su niño en estado blanco de nieve. A aquella le sobran meritos para subir en el poder; a este le queda la esperanza de que en el próximo ataque de un tanque helicóptero se junte con sus muertos en El Más Allá.

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