sábado, 10 de enero de 2009

YES, WE CAN

YES, WE CAN

Es como en los tebeos de mi tiempo de niñez. Un pistolero se enfrentaba a otro pistolero no para defender o atacar a la ley. Los campeones del gatillo se enfrentaban por pura vanidad y chulo capricho. El resultado era siempre un ganador y un perdedor. El perdedor era aniquilado de la sociedad y el vencedor instaba al pueblo para correr atrás de los indios para arrancarles las plumas y el oro. Se transformaba en verdadero Diosol, haciendo uso eterno del poder de vencedor.

Los tiempos cambiaron. La democracia impuso su valor de nueva civilización en gran parte de las naciones. Las constituciones reflejan los principios de la Declaración Universal de los Derechos Humanos publicados en 1948. Esta explicaba en su preámbulo que “el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie para la conciencia y la humanidad, y que se ha proclamado, como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertada de la palabra y de la libertad de creencias.”
Todavía, afirmaba en su artículo primero que “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.”

Después de cincuenta años de tan magnífica declaración, mil veces superior al manifiesto de Marx y sustancialmente mucho más valerosa que el estatuto propuesto por Castelao a las comunas de Madrid, viene la tve a provocar discordia entre los tres partidos que han decidido repartirse nuestra querida Galicia.

Por inercia o por resolución se observa una clara división en la confianza que los gallegos depositan en sus tres principales instituciones partidarias. No obstante, el sentimiento común y mayoritario refleja aversión al poder que tres grupos, cada vez más distanciados del pueblo, se auto declaran poseer en virtud de ninguna virtud observada en sus dirigentes durante campañas electorales, más tarde homologadas en actos de supuesta democracia. En Galicia ningún Obama, ningún Lula podría decir Yes, we can, Sim, eu posso y mucho menos, Sí, eu poido o yo puedo. Todo nuestro juego político está centrado en la voluntad caprichosa de dirigentes de monolíticos partidos. Estos, cuando descubren una artificiosa mayoría de apoyo popular, se tornan imperiales, vanidosos y arrogantes señores, monopolizadores de todo el poder, para decidir como, cuando y quien deberá participar de un acto democrático. El cambio no anda por ese camino.

A la tve: ¡o todos o ninguno!

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