FOBIA AMERICANA
El propósito inicial que impulsaba este mío escrito era la descalificación airosa y tajante, rellena de chulos adjetivos, verbos soeces y substanciales genitivos. Una verdadera explosión de incontinentes mamarrachadas, al sabor destemperado de la clásica arca en que navega ufano don Carlos Luis.
Tenemos los gallegos, típicos de clase media intelectual, algunos recursos artísticos capaces de aumentar la exponencial frontera de la carcasa cabellera. Consiste en ir al barbero y pedir para que nos rapen todo el frontispicio de la parte frontal superior, avanzando tres dedos sobre el cuero cabelludo y bajando hasta los entrecejos; a seguir, pidamos al insigne barbieri que borrife toda el área con herbicidas, de aquellos poderosos experimentados en la guerra de Corea. Fiscalicemos a seguir, desde el amanecer hasta el solpor , cualquier asomo de pelo a bordo. Quedará nuestro cerebro habilitado, con insignias y coronas, a exponer sus mandatarias letanías sobre la Gran Colectividad de gallegos errantes.
Nos quiere convencer que somos gallegos por patraña del tributo desolador. Nos dice que el impuesto es nuestro señor, amo y gestor del bien y del mal. Quiere hacernos creer que es gallego quien solo paga impuestos y tributa a los señores de Bruselas, Santiago y Castilla. Quien no paga tributos no puede querer tener derechos a vivir o a trabajar. Así lo cree don luis del correo, ese gallego postizo, galleguizado al capricho, cultivado a lo artificial de la era electoral, dislate latente, tributario del Miño y del Sil.
En arrebato de pulcrita coherencia, sumerge don Luis en busca de la raíz del problema, tentando arrancar la savia que alimenta la frondosa copa, para dejar, a vuelo de pájaro, no el cómo votan los de acá, sino por qué lo hacen, siendo como es el vinculo de quien vive en Santiago meramente sentimental – y si cadra nen tanto – con quien vive en Lugo, Ourense y Pontevedra. Observen que ningún atribulado tributario de Coruña, Lugo y Ourense tenia como objeto de su voto el nombre de Feijóo. No es que no quisiesen votar en este señor, pero es probable que unos pocos trastocados, delante del nombre del hombre, harían un xesus credo, poniéndose al tanto de cuanto pueden para influir en el destino de su particular ocupación.
Hay un bueno en la trama de don Luis: él no es el único responsable por tamaño embrollo. Nunca hubo en la historia de Galicia cualquier movimiento espontaneó para exigencia de participación parroquiana en la escoja de su líder administrador. Somos herederos de una cultura de diezmos y primicias, pagas al señor a sabiendas que el buen vino, la carne del mejor novillo, el tierno pollo y la suculenta gallina, la mejor cabra y el más estulto cordero agradan siempre el paladar refinado del señor.
Sobra a don Luis ignorancia sobre la política universal de Francia, y no le roza, ni de lejos, la capacidad americanizada del gallego que supo libertarse del gran mestre ferrolano. Le mueve, a don Luis, un populismo tocado a granel por el interés de tributar a su señor: una doncella por el derecho de ser gallego; dos para vivir en Galicia y tres damas para votar desde el exterior.
Sepa, don Luis, que los gallegos del exterior queremos que viváis bien aunque vuestro voto no coincida con el nuestro. Sabemos que tarde o temprano aprenderéis a conocer el mundo y podréis entender que Chavez, Lula y Evo Morales fueron elegidos democráticamente y por el camino recto, a sabiendas de quien era el candidato, sin ningún subterfugio importado como el evasivo holandés D’hont. Sepa más, mi querido don Luis: los indígenas del alto Xingù votan en clave de ordenador. Y más de uno le ha visto por TV, hablando con extraño acento su lengua nativa. Decia mi amigo pataxó, descendiente de un naufrago de la Gallega: “Estos espanhois falam um português gozado na televisão. Parecem pachás”.
PD: Acabo de pagar mi cuenta a la Telefónica de España, mi coche es un citröen de Vigo; todos los día corro por una carretera y pago peaje a una empresa española. Mi consumo diario alterna entre el Carrefour y DIA. Cualquier pedido mío de servicio consular es inmediatamente abonado con mis ahorros. Mi vida fue dedicada a empresas europeas por cuarenta años. Trabajé 20 años en Galicia y de Galicia nunca tire un real furado para mis hijos americanos. Cincuenta por cien de los gastos en mis viajes a Galicia se fueron al Estado en forma de impuestos, contribuciones y otras obligaciones, sin ningún derecho a restitución. ¿Nos resta algo de moral para decir que los gallegos del exterior no tenemos derechos en España?
La fobia viene de Fobos, hijo de Ares y Afrodita; personifica el miedo y provoca trastorno por ansiedad social. Vaya hombre, acálmese y respire hondo, su salud y la mía quedarán moi agradecidos.
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