viernes, 6 de marzo de 2009

GALESCOLAS

GALESCOLAS

Tratar de las Galescolas nunca fue propuesta para hacer lo primero que usted, mi señor, haría si ganase mayoría parlamentaria. Le recuerdo, amo mío, que en el decimotercer punto de su contrato con el pueblo de Galicia usted hablaba de Identidad adjurada por los símbolos de la tradición gallega, en especial la lengua.

No se puede duplicar todos los intereses que pueden ser atendidos por una respuesta común. Los recursos económicos son limitados, la diversidad de su aplicación hace que se establezcan prioridades por grado de necesidad, urgencia y potencial de conflicto. Ya vimos que el atendimiento a los desempleados requiere urgencia plena por reunir los grados de necesidad y potencial explosivo.

El tema de la lengua, señor, es un tema para desocupados poder lucirse en tertulias del buen vivir, en que la adrenalina suele subir a porfía de la inconsecuencia. La lengua, suelta o controlada, no es asunto para un presidente, meu amigo. Déjela que se desenrole por las mesas de Callon, las plataformas de Coímbra y los movimientos en defesa da lingua. Déjelas al viento, sin interferencia de la junta, al ritmo de su propia financiación. Observará que en poco tiempo nadie gastará un duro para pagar la tortilla que no come.

Contra la libertad se oponen algunos para mistificar un bloque de mentiras, al afirmar que los padres no eligen si los hijos deben saber sumar o restar. Serian los padres del especialista Eduardo Garcia, muy especializado en el arte de guardador de tesoros. En mis tiempos de hijo, señor, aprendí de mi madre las primeras letras del abecedario y también los primeros números del sistema decimal. Era su interés querer que su hijo aprendiera el arte de la comunicación con las técnicas que alimentaban su expectación de bienestar en el futuro.

Oin, meu dono, que “se teñen creado bulos e falsedades fáciles de desmontar para aquele que queira oir” Funche ao diccionario da Real Lingua Galega e para a palabra ‘bulo’ dime que non se atopou o termo.

La lengua, amigo mío, no puede ser manchada con propósitos espurios. La lengua, más que un músculo de la boca, es una herramienta para la buena comunicación entre las personas. Es necesario convergir en los significados gráficos y sonoros. Es necesario reducir el esfuerzo infantil en la comprensión de símbolos que se oponen en la forma y en el contenido, según interés de gramáticos en conflicto. Convergencia, señor, es la clave para el entendimiento nacional. Pero esto, mi presidente, es un consejo para ser abordado en la décima tercera conjuntura de un viernes santo, allá por el final de su reinado.

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