A toda burbuja, hinchada por acción especulativa de agentes del mercado, le sigue un repentino y dramático encogimiento de los precios de acciones cotizados en bolsa. Factores económicos provocan inicialmente sensación desagradable por expectativas de pérdidas en el valor que sostiene la vida lujosa de accionistas. Estos, al percibir que su fortuna disminuye en índices alarmantes, aumentan su preocupación hasta rayar la locura, haciendo que se instale atmósfera inestable oriunda del pánico colectivo.
La quiebra se produce aparentemente de modo repentino, pero el fenómeno es previsible por la combinación de algunos factores que acusan el engorde desmedido de una burbuja. En ambiente de excesivo optimismo todos los precios suben y las personas corren atrás de bienes y servicios, endeudándose desabridamente en la esperanza de obtener lucros en el periodo siguiente. Algunos especuladores obtienen fabulosas fortunas y hacen cuestión de probar el éxito de sus acciones con gastos espectaculares, animando muchos incrédulos a entrar en el juego de cadenas y eslabones entrelazados en tramas financieras.
Todo sistema económico lleva en su cierne el nervio capaz de producir tensiones internas que lo lleven a su destruición. Es una idea bien consonante con la línea abordada por Carlos Marx en su Manifiesto Comunista. El sistema feudal fue sustituido por el mercantilista, el mercantilista fue engolfado por el ambicioso capital, al que se opuso, sin mucho éxito, la idea de un sistema que amparase igualitariamente toda la sociedad humana, catalogada en algunas naciones por un único padrón de bienestar económico.
A finales del siglo XVIII y principio del siglo XIX surge un movimiento filosófico conocido como Idealismo alemán. Explicaba que las propiedades atribuidas a los objetos dependían de la experiencia o conocimiento previo que las personas tenían a respecto de esos objetos, cuyas propiedades deseaban identificar. La noción de algo debe ser entendida como una especie de atajo para una operación mental por la que pretendemos alcanzar un estado de liquidez semipastosa, impropia para grandes oscilaciones en las contingencias del porvenir. Un poco de calor y la cosa se derrite en un torrente de máxima liquidez. Un fondo surgido de las sombras y nombrado paladín anti-especulación provoca un surto especulativo jamás visto en el atraco de las bolsas.
Vivimos un estado de pre guerra de clases, y no se trata de guerra entre el capital y la clase obrera, pues el primero es papel que esfuma, la segunda es ilusión que sufre y ambos ya van aniquilados.
Nos espían, a la vuelta de la esquina, observadores de la insensatez. Son analistas inquietos por las ventajas que creen podrán obtener en las revira vueltas de la liquidez y nos confunden al explicar que la causa de todos los males yace en los gandules que no trabajan los suficiente para mantener bien arropados los gandules de la especulación financiera. Si los mercados estaban deshidratados por falta de liquidez ¿de donde ha surgido esa enorme burbuja rellenada con 750 mil millones de euros a precios de 2010?
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