viernes, 14 de mayo de 2010

CASA Y DIGNIDAD

Todos lo gobiernos de la zona del euro han pactado adoptar medidas necesarias para cumplir sus objetivos presupuestarios este año y los años siguientes, en consonancia con los procedimientos sobre déficit excesivo.
En la presente crisis, los mercados de renta fija  pública y privada están mostrando el hueso duro que, por muchos años de sutilezas y desvaríos mentales, ocultaba la carne sebosa, rojiza e irreverente que los sinvergüenzas de la especulación exhibían al pobre ahorrador.
Sobre la mesa de algunos gobiernos de la zona del euro se ha puesto el siguiente dilema: Como os gusta perder dinero, ¿recortando el valor del sueldo o rebajando el valor de la moneda?
Los sindicatos saldrán a la calle y todos alborozados gritarán: ¡recorte del sueldo, jamás!
Del otro lado, expiando y con porretas en la mano, una reducida legión de sin caras, pero con mucho poder y sabiduría de las razones que orientan su futuro, estarán ardilando como establecer composición para que sus vidas no pierdan renta. Devaluación de los intereses, ¡nunca!
En algún lugar, como ratones al acecho de la más mínima oportunidad, estarán los especuladores pensando ao  carón de sus espejos: Venga por donde venga, el plomo será bien recibido y con el alimentaremos el balero mercado.
Difícil dilema para el zapatero que quiera dar forma al cuero y que en los zuecos quepa el pie del humilde obrero. Con poquito de ilusión y buena artimaña puede estirar el cuero hasta conseguir que en el zapato aloje el tamaño del pie. Pero, en la primera sequia se encogerá el cuero, o todavía peor, en los meses de invierno, cuando brote el sabañón sentiremos como duele la ulceración frotada con látigo de cuero.
Infeliz disyuntiva, pues ya no hay compatibilidad de la alternativa devaluación por el camino que hacia multiplicar el sabor de la moneda amontonada en la caja. Fue decisión del Banco Central para no repetir el desastre que condujo Germania a la boca del león. Una infeliz experiencia también vivida en toda mi vida profesional cuando mi sueldo alcanzaba cifras incontables.
Al callar los cañones que arrojaban plomo en la guerra del 14, ciudades como Berlín, Fráncfort, Hannover y otras veían sus imprentas fumegar 18 horas por día para fabricar pilas de marcos inservibles hora a hora.
"Mi familia era de clase media alta —recuerda hoy, en Roma, Karl Ruhle, corresponsal en Italia del Quick de Hamburgo—. Mi padre era psiquiatra. De golpe, allá por el '21, empezó a cobrar las visitas con huevos, leche, jamón, fideos. Muchos clientes insistían en pagar con dinero —solían llevarlo en gran cantidad y en valijas de cuero: tanto se necesitaba para pagar cualquier cosa—, pero mi padre se negaba. Recuerdo sus palabras: '¿Por qué insiste en darme algo abstracto? Por favor, deme algo concreto. . .'. En mi casa había cubiertos de plata, vajilla de Limoges, espejos venecianos y muebles de roble de Eslavonia tallados por remotos artesanos. Pues bien. Todo eso desapareció, se esfumó, se cambió por ropa, por comida, por servicios. Un día de 1923 me encontré vagando por una gran casa vacía. La crisis del marco sólo nos había dejado algunos libros, unas pocas sillas, un estéril aire de dignidad muerta de hambre. Pero todavía teníamos una casa. . ."
Casa y dignidad es lo que debemos conservar en esta lucha de gigantes. Infelizmente, sin alternativa algunos perderán las dos cosas.

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