sábado, 21 de mayo de 2011

CERA INDIGNADA


No me rindo, pero reconozco que los gallegos registrados en el CERA fuimos derrotados.

Dadas las circunstancias y la belleza de la tierra en que nacimos, debemos creer que esos más de 10% de todos los gallegos vivos y esparramados por el mundo, además de sufrir derrota tremenda, impuesta por los 90 % de un conjunto aproximado de 3 millones, somos abultados y humillados políticamente por los argumentos de una caterva de energúmenos y energúmenas que, al olerse a si mismos, creen que todos fedemos igual.

Nada que hacer. Y a nosotros ese gesto de religiosidad democrática non fai falla. Seguiremos los mismos, seguiremos gallegos ilusionados por una fe ingenuamente ridícula de regresar al lar en que nacimos. Muchos jamás regresaremos, el peso de la edad impide una caminada tan larga. Vemos que el nuevo mundiño se va ahogando lentamente en un lodazal compuesto por por personas de poca consistencia social, arrogantes y frágiles, soberbias y toscas de raciocinio, dependientes, enormemente dependiente de los ingresos y ahorros que advienen de las jubilaciones y trabajo de gallegos que curraron y curran sus vidas en otros lugares. Emiten disparatados juicios contra sus paisanos emigrados, lo hacen para ofrecer prueba evidente de la poca inteligencia que algunos sedentarios  de pacotilla transpiran hoy en su contaminada atmosfera.  Creen que sus problemas se verán solucionados poniendo un antifaz de zorro y saliendo a campo estilentado a todo cristo con raíces gallegas. En ningún momento paran para reflexionar que en el modelo electoral español los únicos que escogen los gobernantes son los cabezas de partido, muchos -por no decir todos- absolutamente ocultos y desconocidos  del electorado. No paran para reflexionar que la única libertad que tienen para escoger algo es la libertad de decidir por una manzana podre, una patata podrida o una cebolla en descomposición. Y esta libertad de escoja era la que se ofrecía a los 360 mil gallegos registrado en el CERA, a personas  que optaron continuar gallegos, y también, sin cualquier discriminación, a gallegos residentes que no han tenido necesidad o capacidad de salir de Galicia y no poseen suficiente imaginación para intuir como procede en el resto del mundo la democracia y así extraer de la imaginación productiva mejorías para nuestro sistema electoral y gestión política.

Sin duda había un gasto mediocre del que el estado, las autonomías y los municipios debían prestar cuentas al pueblo. Era un gasto estúpido por el método y no por su finalidad. Un gasto que cualquier emigrante gallego no tendría cualquier reparo en sufragar. Un gasto que cualquier político malicioso podría superfacturar a nuestra cuenta, y nosotros fingiríamos que la factura constituiría justo valor por el hecho de poder brincar de elector y escoger entre el malo y lo menos peor, aún corriendo el riesgo seguro de que nos acusen , como de hecho fuimos acusados, por todos los desmanes de uno o de dos de los tres partidos ofertados en bandeja.

Tal riesgo ya no existe más. Pero se engendra un riesgo infinitamente superior para todos los sedentarios. La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles. Ningún español de origen podrá ser privado de su nacionalidad. En los países con quien España ha concertado un tratado de doble nacionalidad, los españoles podrán naturalizarse sin perder su nacionalidad de origen. En mi particular caso no soy naturalizado en el país que vivo y aún así he perdido el derecho a votar en Galicia. La Constitución española ya no tiene el menor sentido para los españoles. Y sin constitución los gallegos pasaremos a vivir en un estado realmente convulsivo.

El 18/Mayo fue el día de la Indignación de la juventud residente en España. El 22/Mayo será, sin duda, el día de la indignación de todos los gallegos que, por razones de todos conocido, vivimos lejos de Galicia. 

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