sábado, 7 de mayo de 2011

OPACIDAD DEMAGÓGICA


Demagogia es el arte de conducir el pueblo y mantenerlo preso en barreras ideológicas. Un buen demagogo es capaz de convencer un grupo a incorporar como propia una idea apenas conveniente al demagogo. Un buen demagogo es aquel que cree que consigue engañar todo el mundo durante todo el tiempo. La historia registra ejemplos de perfectos demagogos: Franco Salazar, Castro, Hitler, Mussolini, Husein y otros activos que la prudencia política contemporánea exige no mencionarlos.

La demagogia como arte se pone de manifiesto en las campañas electorales. El demagogo es un especialista en apelar al embrujo de las emociones, como amor y odio, al deseo por la envidia, al uso de la propaganda como instrumento retórico para la siembra del miedo. 

No niego la legitimidad de cualquier ser humano a percibir remuneración por el trabajo que se le exija. Si buscamos una persona para regir los asuntos de una comunidad en el recinto geográfico de su competencia, nada más natural que ofrecerle un sueldo compatible con la capacidad que este individuo presuma tener. Pero la presunción es un complejo de ficción jurídica por lo que se pre apruebe algo que deberá ser sometido a comprobación posterior.

Por ejemplo, la presunción de inocencia, tan en boga en nuestro municipio, es un concepto útil para quien ha presumido ser honesto y no lo fue, para quien ha presumido ser competente y no lo es, para quien se pone en la cabeza de una lista bajo la presunción de ser un gran listo y los asnos que en el votamos, por un vicio del sistema, sabemos que no pasa de un tremendo jeque de habaneras orejas, casco duro y amplias viseras.

Estar a disposición de una empresa durante las 24 horas del día no es condición suficiente para que la empresa garantice un sueldo ad infinitum. Si tal dedicación no se traduce en resultados positivos, la empresa lo coloca en posición de inútil y le ofrece una patada en el culo para que vaya tocar la gaita en otro lugar. Cierto también es admitir que en las empresas hay más de un ocupado inútil, a quien los directores prestigian con magníficos salarios, y trabajadores dedicados y laboriosamente productivos, a quien la directiva, por cualquier razón cruel, los ponen de patitas en la calle para que vivan a expensas de la solidaridad pública.   
Diferentemente de los tiempos oligárquicos de mi infancia, hoy la gestión de un municipio exige habilidades muy complejas y variadas. Los gestores deben ser escogidos los mejores entre los mejores. Y aquí yo caigo en un concepto demagógico, pues es imposible identificar alguien que sea el mejor en todo que todos los electores necesitan. Un médico posee competencias limitadas al ejercicio de la medicina, un economista entiende de medicina apenas lo necesario para administrarse una aspirina al menor acecho del dolor. Un especializado científico sabe tanto de tan poco que al pueblo parecerá que mucho conoce de nada. Ya un eximio generalista conoce tan poco de todo que a su alrededor existe que a nuestros ojos mundanos parecerá que nada sabe de aquello que existe a su vuelta.

Baldeando la demagogia para su correspondiente vagón ideológico, cabe la siguiente pregunta: ¿como valorar la calidad de un saco de patatas ofrecidas al público en alternativa posible de cuatro sacos, opacos y refractarios a los intereses del pueblos después de adquirido.

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