viernes, 20 de mayo de 2011

EL 18 INDIGNADO


El 18 Mayo puede ser registrado como el día  de la espontaneidad ciudadana. El movimiento de la Plaza del sol no parece respuesta a una incitación ordenada desde el interior de un partido o sindicato; todo lo contrario, personas, en su enorme mayoría jóvenes, de cualquier partido, sindicalizados o sin partido, se han dado cita a la puerta del sol para manifestar su cansancio por la dificultad que España tiene para salir del lodazal económico en que se ha metido.

Este movimiento de los indignados no es respuesta a un pequeño accidente en el instante en el que el conductor tuvo una pequeña distracción en el rumbo que llevaba. La presión viene subiendo desde los primeros indicios de que las empresas resolverían sus problemas financieros, reduciendo gastos a cuesta de eliminación de puestos de trabajo, con reducción del bienestar. Se ha invertido en máquinas mejoradas, y las máquinas saben hacer su trabajo con precisión y disciplina. Apenas requieren atención preventiva de sus dueños. No pagan impuestos y son técnica y contablemente amortizables. Estamos delante de algo capaz de dejar a los trabajadores tradicionales extremamente preocupados, puesto que el trabajador, no siendo dueño de nada, se verá impedido de disfrutar  los beneficios  ofrecidos por la máquina, que él tanto  contribuyó a lo largo de su vida para que se perfeccionase.

El movimiento del 18/mayo ha salido espontáneamente a la calle en busca del diálogo directo con sus representantes: el gobierno y todos los políticos que lo componen. Los desempleados constituyen un número altamente representativo de la ciudadanía española, una parte de aquellos que han producido todo lo que España tiene, o una parte, como se quiera ver,  potencialmente capacitada para continuar produciendo todo lo que los españoles necesitamos. Y los españoles necesitamos, en este momento, un dialogo pacífico que nos anime a caminar cara a la puerta del sol, en busca de un poco de patria, un poco de justicia y el pan suficiente, para alimentar los que ya no tienen empleo y también  los que jamás tendrán.

Agua y pan es todo lo que piden esos miles de acampados, firmes en el ademan de continuar en la plaza del sol, como los egipcios lo hicieron estimulados por el ciberescenario con  tecnologías de comunicación instantánea, en pleno frio. 

¿Como los lideres podrán canalizar toda esa masa energizada por el temor de ver sus vidas truncadas por el capricho de una autoridad descontrolada? Sería necesario que todo el grupo se dividiese espontáneamente en grupos menores y que en estos grupos  surgiese un líder capaz de recoger en una hoja de ruta las principales reivindicaciones de los acampados y transmitirlas a un grupo de coordinación para dialogar con el gobierno.

En una democracia real las personas deben saber transmitir sus angustias para que ellas sean resueltas. En una democracia real, el gobierno y los políticos deben tener oídos para escuchar lo que las personas dicen y también competencia para dar solución a la demanda. Si en el estado en que vivimos no hay correspondencia entre estos dos saberes la balanza se desequilibra, ora para un lado, ora para el otro y la hecatombe se arma en un pizcar de ojos.

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