viernes, 13 de mayo de 2011

LORCA

De algún tiempo a ahora vengo observando los ataques de un gobernador de provincia contra su presidente nacional. Muchos son los achaques que el personajillo otorga al personaje mayor, entre otros el hecho de nuestro presidente no haber comparecido a la festanza de un mítico jubileo, de alguien  presuntamente enterrado hace dos milenios en algún campo, iluminado por la vía láctea y descubierto por el eremita Paio.

No digo que estas fiestas jubilares están exentas de importancia, la tienen y no es poca, pero no pasaron de una fiesta en el ojo de un huracán que asolaba la economía del país y traía desgracia a cinco millones de españoles. Era de suponer que el gobernador regional y el presidente nacional estuvieran concentrados,  ambdos y todo el sequito que les dan resguardo, en las labores que exigen atención para solución de una crisis que nos afecta más de tres años y cuya solución está lejos de ser vislumbrada.

Diferente situación la tenemos ahora delante del seísmo que asola Lorca, en la provincia de Murcia. Las personas son contemporáneas y las que hoy bajan al sepulcro eran reales y dejan familiares en total desespero.

Un abrazo conmocionado de los príncipes de Asturias, más que un reparo mitigador del dolor, nos traduce en código de amor que ni todo está perdido y que en España hay personas que no hesitan en transportar la tocha de la solidaridad, sin pensar en el riesgo de quemarse las manos por derrame de resigna candente en la resonancia de un tercer abalo. 

Magnífica oportunidad, desperdiciada por el gobernador en cuestión, de posicionarse al lado del excelentísimo y colega de partido nacional, Jodar Alonso, alcaide de Lorca, hoy avituallada por el dolor, sufrimiento y angustia, delante de un futuro incierto pero mitigado por la presencia sincera de los príncipes, el presidente de España, excelentísimo José Luis Rodríguez Zapatero y el gallego lugués, ministro de fomento, José Blanco.

Muy diferente de la gestión del Prestige, el actual gobierno de España ha impresionado el mundo por la celeridad de su atención y coordinación ejemplar entre las administraciones involucradas y la utilidad del ejército en tiempos de paz. Dura fue la desgracia imprevisible que se abatió sobre Lorca. Pero más fuerte se hace la ternura de una lágrima sentida por el sentimiento de personas solidarias, sean príncipes o integrantes de un gobierno, dispuesto a hacer lo que el gobierno debe hacer cuando las personas necesitan su ayuda.

Paisaje:
(por el granadino Federico Garcia Lorca)

“El campo de olivos se abre y se cierra como un abanico. Sobre el olivar hay un cielo hundido y una lluvia obscura de luceros fríos. Tiembla junco y penumbra  a la orilla del río. Se riza el aire gris. Los olivos están cargados de gritos. Una bandada de pájaros cautivos, que mueven sus larguísimas colas en el sombrío.”

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