Sea cual fuere, el resultado del 20/N, distante 10 días, será un resultado cualquiera. Será un resultado que, en mi opinión, traducirá la opinión de muy poca gente. Habrá algún cambio, sin duda, pero si observamos lo que pasa todos los días, estaremos autorizados por la experiencia a decir que nada será igual a exactamente un momento atrás. En el ramo microeconómico los cambios van acelerados. En la visión macroeconómica la vida parecerá estancada, no obstante cambiará en una relación muy íntima con lo que pase a la mayoría de los ciudadanos.
Pienso que las personas que detengan la potestad de gobernar debían preocuparse no exactamente con lo que piensan sus paisano y sí con la vida que están llevando o podrán llevar en un futuro inmediato. En estos momentos, como durante una partida de futbol, la gente ocupa su pensamiento con dos o tres opciones: el partido X va perder, el partido X va ganar o … En la política no se prevé el empate. Luego el país acabará perdiendo al permitir que no se aproveche la experiencia de quien ha ganada antes y, aunque pierda después, bien útil sería prestando su experiencia al vencedor. Ejercerá su experiencia en la oposición, también es verdad, pero en la práctica conocemos que desde la oposición el juego que se practica es hacer un hoyo en la arena y esperar que en él se hundan los gobernantes. Los gobernados siempre se ahogan primero.
Más de cinco millones de individuos parados, en edad de la gloriosa esperanza y anulados por la imposibilidad de poner en práctica todo el vigor de su fuerza y conocimiento productivo, constituyen una verdadera tragedia por la que los que gobiernen y los que no gobiernen debían concentrarse, para que el paro, como un ligero e inconveniente desvío de la normalidad laboral, no se haga explosivamente endémico.
Esto puede sonar como un grito exigiendo pacto para el empleo. Sería un grito para la dignidad del hombre y su familia. Existen leyes suficientes para amparar tal grito, pero en muchas circunstancias algunos modelos de gobierno entienden que deben ahogar el grito amordazando la boca de aquellos que le sobra voz para gritar.
La vida es conducida por etapas sucesivas, dar un paso y acomodarse en el siguiente durante cuatro años no conduce a ningún lugar. Y cuatro años son una eternidad cuando se vive azotado por la pobreza, pues cada persona desempleada se siente como si estuviera vigilado por el ojo de un huracán y urge que lo retiren de tan nefasto viento.
Gritemos, pues, el grito de alerta con todo el vigor de nuestros pulmones para que nos escuchen todos aquellos que orejas tengan para oír y una buena cabeza para pensar en la gloria de quien quiera trabajar.
Por Dios, España y todos los desamparados, ¡VIDA AL EMPLEO!
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