¡A una, deudores! ¿Quienes son los creedores? Quienes son los creedores… quienes son los… quien…
Todo el mundo vende deuda. Grecia vende deuda, Italia vende deuda, España vende deuda. Portugal, Irlanda, Francia, Alemania, todos venden deuda. Unos la venden barata, otros, como recientemente España, la venden muy barata. Con un dólar el creedor puede comprar 1,07 dólares en España. Si estás en Alemania, con un dólar puedes embolsar 1,0215 dólares. Parece poco y es muy poco. Pero si en la mesa del juego hechas un millón y te metes a dormir la siesta, al cabo de un año, cuando despiertes, verás que tu suerte registra la ganancia de 70 mil dólares si juegas por España y 21.500 dólares para quien apuesta en la casa de juegos alemana.
Podíamos hablar de pesetas y las ganancias serían absurdamente mayores. También podíamos hablar de euros y todos haríamos mejor idea del valor de la ganancia de quien vive con agua fresca a la buena sombra. Ocurre que el euro no es moneda de circulación avalada por el FMI y, como cualquier otra moneda que no se llame dólar, corre el riego de que se lo lleve la corriente cuando el camarón se hecha una siesta.
Bien puestas las cartas sobre la mesa, el mejor jugador será aquel que apueste en la carta que rinda más y con menor riesgo.
Los EEUU entraron ayer en el mercado de deuda con 29.000 millones de dólares. Mis amigos, los creedores, podían comprarlos por menos de 28.000 millones, arrancando ganancias liquidas de 1.155,545 millones de euros, que vistos con otros ojos pueden representar lo que se paga a 77 mil obreros mileuristas. Una ganga que se puede realizar por medio de un ordenador en la intimidad de un apacible dormitorio.
Este mismo jugador, si en vez de retirarse a una isla de placer se pone a trabajar, verá que con los 29.000 millones del producto Deuda Americana podrá adquirir algo más de 29.623 millones de Deuda Alemana y, a seguir en el mismo día y desde el mismo diván, podrá realizar compra de deuda española en el montante 31.697 millones. Por tan sencillo mecanismo, limitado por el tiempo que lleva reconocer la asignatura digital, que en el caso de empresas dueñas de tecnología avanzada puede estar próxima de cero, el lucro extraído de ese sencillo y distraído juego puede alcanzar la locura de un inmenso infinito.
Ahora cabe preguntar, ¿quienes son y donde están eses jugadores que a la sombra de los laureles apuestan en el infinito?
En mi vida breve el eco de una voz cavernosa me responde en buen portugués: SÃO DEMOS QUE ACREDITAM NO MUNDO DOS DEUSES. (Son demonios que creen en el mundo de los dioses)
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