jueves, 17 de noviembre de 2011

SINFONÍA FANTASTICA


Yo creo en la democracia y en los buenos políticos, no faltaba más. Pero ¿donde está esa buena democracia y donde se esconden los bueno políticos que yo no los veo? Será por mi problema de cataratas, también creo yo. Pero el faro lo tengo bueno y consigo oler un buen político a la distancia que no veo.

Otra cosa que me tortura en esta vejez es el oído. No es por falta de orejas, que grandes las tengo, pienso que el sistema auricular se está atrofiando de tanto martilleo sobre la membrana de los tímpanos en los varios movimientos de esa sinfonía fantástica, capaz de rajar hoy la vieja piel de mis tambores.

Parece que va siendo hora de substituir los músicos por políticos. Según Rajoy, en el mitin de Barcelona, los políticos siempre remachan mejor las cosas y consiguen asustar el león con un simple ademán del avestruz. Con el león ausente de León y de la magna bandera, el avestruz famoso, que unirá los reinos de Galicia y Castilla, hará orgullosos a todos los cinco millones de ex empleados en la gran fiesta por la parada del empleo.

Finalmente, después del 20/N, todo el mundo podrá caminar por las calles de España, pues dejará de haber guardias que nos pregunten quien eres, de donde vienes y adonde vas. Seremos el corazón de una madre que tiene por hijos todos los nacidos en la Tierra, para ella no hay diferencia entre el rico y el pobre, el ausente y el presente, el que canta o el que llora, el que paga impuestos y el que no los puede pagar. Seremos finalmente iguales. Iguales en el color, iguales en el amor, iguales en la ilusión de ser obedientes a un único señor, el mejor entre los buenos gestores, que ayudará a los más iguales seguir adelante.  En una palabra, todos seremos políticos. No habrá profesores, no habrá ingenieros, no habrá médicos no habrá zapateros, no habrá absolutamente nada que no parezca político. 

Todos seremos políticos, pobres o progresistas, pero políticos de buen rabo, con cabeza de buena cepa. Nada más importará. Seremos siempre exportadores. Exportaremos todo, que es lo que importa. Le diremos a Europa lo que habrá de comprar. Y lo diremos altisonante para que los sordos nos escuchen, lo haremos de pecho abierto para que los ciegos nos vean.  Lo haremos en un gran juego por el espacio de cuatro años y, si Dios quiere, continuaremos jugando por otros cuatro y otros cuatro y… hasta que la varita de la señora meiga se requiebre en un espasmódico sobresalto. El salto que quiso dar la rana después de severamente cocida en cazuela de agua tibia. O el salto que da el palo cuando palea la piel del tambor en esa fantástica sinfonía de Berlioz.






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