jueves, 10 de noviembre de 2011

RESCALDO

A 11 días del 20/N

Ayer el mundo entero caminaba por el rescaldo de la fogosa riña entre dos eminentes candidatos a ocupar el palacio de la Moncloa. Al otro lado, recordaba Pancho Ledo como es bueno para un reino mantener todos sus súbditos ocupados en labores de algo simultáneamente útil al individuo y a la sociedad. De la utilidad que se saque de lo que se haga adviene todo lo bueno y malo de lo que pueda constituir la piedra angular del proyecto gubernamental. El programa popular da énfasis al proyecto productivo, buscando obtener rentabilidad económica para arrancar alguna ganancia monetaria. El proyecto social se esmera en alcanzar beneficios con impacto en la calidad de vida de la población. Ambdos programas, fusionados el uno con el otro, darían un buen caldo de piedra con lo que se podría alimentar a mucha gente, no a todos, claro.

Son dos estilos estéticamente convergentes en el Estado del bienestar. Ninguno de los dos, concentrados en particulares principios de hermenéutica política, sería capaz de alcanzar los fines a que se proponen. Seguramente quedarían estancados en las propuestas mediáticas. Y así parece haber ocurrido durante el tiempo para exposición de ideas de ambos candidatos a la gestión de la vida pública y vida privada de los españoles. Gestión programada  para los cuatro tormentosos años de cosecha del pimiento herbón, seriamente afectado por el mal de la tristeza.

Son dos estilos convergentes pero diferentes en el paladar. Saboreando las cenizas del rescaldo, ambos estilos muestran brillo obscuro, textura poco jugosa, con aroma algunas veces penetrante y otras ligeramente moderado, muy acedo en la entrada y bastante dulce en la salida. No se detecta la presencia de semientes que hagan sugerir siembra feliz y cosecha afortunada. Es más, al tacto parece que estos dos estilos han decidido seguir cara al sol, hermanados por la intención de nunca picarse. No obstante, por el humo, que nos hace pensar que existen ascuas vivas, es justo presumir que la buena hierba en corto plazo podrá transformarse en ortigas, con las que atizarán el deseo de picarnos más y más, hasta hacernos comer la tortilla francesa con sabor de yogurt alemán.

Parafraseando Pancho Ledo, fue el lunes de las dos estéticas antiéticas. Una ática, retranqueado azote de bajo techo donde pinga la lluvia de pungente amargor que resbala por los ramos de la alta higuera y que se transforma en azúcar de pesado plomo para zaherir y mortificar el otro. La otra es osiánica, distracción de la mitología irlandesa, importada del ciclo de Fenian para deleite y gusto de la nación de Breogán,  magníficamente orquestada a la sombra habanera por el recuerdo de una queja a los pinos de Ponteceso, nación de Pondal. En el primero latió el eufemismo de un trágico derrumbe, con aplicación soberbia de la austeridad transitada en la profundidad de un obscuro y resbaladizo pensamiento. En el segundo rayó el brillo de la sinceridad en su natural aspecto de genio maduro, sobrio en los más comunes de todos los sentidos comunitarios, la sociedad. Juntos, sin embargo, destilaron ambigüedad, levedad y exageración de propósitos que no sabrán como cumplir en ese torrente de promesas, todas disímiles en el cauce de aguas turbias de la economía del euro.

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