martes, 29 de diciembre de 2009

CAMBIO FLUCTUANTE

Los gallegos andamos un poco aborrecidos porque España no permite que Galicia devalúe su moneda. Cuando nos avisaron que nuestra vieja peseta iba ser supervalorizada, todos los gallegos, como casi todos los españoles, nos pusimos a hacer cuentas por cuenta del plus adquirido por una tasa artificialmente fijada para transformar el valeroso patacón en centavos del moderno euro. Eran días felices y nuestros dirigentes presagiaban un eterno gobierno, descuajado de presiones inflacionarias al buen estilo de la tradicional historia de la moneda española. 
Consideremos el tipo de cambio real definido por su radiografía (RX) como RX = EP*/P, donde E es la tasa de cambio determinada por el precio de la moneda nacional en relación a la moneda extranjera, P* es el nivel de precios extranjeros  y P el nivel de precios domésticos. El sistema macro internacional informa que existe un natural nivel real de tasa de cambio determinado por el mercado competitivo y el flujo internacional de capitales. Pues sí, la economía gallega también desea ardientemente saber la “real tasa” de cambio entre dos monedas españolas. Krugman también lo quiere.
Habiendo una tasa de cambio fluctuante, escribe Krugman, conoceremos la tasa real por vía de alza o  baja de E. Pero si la tasa la amarramos con algún tipo de tampón, el resultado será presión sobre los precios. Elevando deliberadamente E por encima de lo que podría alcanzar en un mercado fluctuante, China provoca presión para que los precios se eleven, facilitando  la inflación. La presión inflacionaria está directamente asociada con la política de tasa de cambio.
Krugman parece no contar con la vocación caprichosa de la señora Economía, muy capaz de alterar la lógica de la más clara previsión. El maoísmo es especialista en el arte de las contradicciones. Luego, contrariando Krugman, si China decide reforzar su moneda frente al dólar, los chinos compraran menos de lo que se produce en China y más de lo que se produce en el extranjero. Comprando menos de la producción local sobrará mas para el mercado exterior. Los americanos con su moneda universal pagaran iguales cantidades de bienes con más dólares, que irán engordar las arcas del tesoro chino, y este, como buen administrador de la fe comunista, se apresurará en transformar el papel de valor ficticio en bienes y servicios arrancados a la fe de los países capitalistas. En un primer momento no habrá presión sobre los precios locales, y los chinos, imitando el bienestar de los americanos, de los japoneses y últimamente de los españoles, saldrán de paseo al mundo, distribuyendo dólares conquistados con su trabajo y que serán ahorrados por el estado capitalista en promociones de efecto estufa, destinados, con o sin cambio fluctuante, a la miseria de los mil millones  de gente pobre.
Oh, ¿Galicia enfrenta presión deflacionaria por imposibilidad de devaluar la moneda? Lo imposible nunca es causa de cualquier cosa; luego, está en la hora de que Galicia (todos los gallegos) aprenda a conocer sus reales posibilidades de comercio con el mercado interno y con el mercado de España.

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