lunes, 7 de diciembre de 2009

TACAPE


Tacape
Era una vez una gran montaña. De vez en cuando se cubría de moscas. Moscas de todos los tipos, de diversos orígenes y diferentes lenguas. Moscas endógenas, moscas exógenas, moscas indígenas, moscas importadas, inmigrantes, emigrantes y retornadas. Moscas sarcófagas, califóridos de intensa y brillante luz azul y algunas verdes vomitorias. Las hay necrófagas y también las hay homonivorax de clara intención biófaga. Además de su condición aparente de vándalos dípteros, algunas tienen en común cierta vocación a la polinización de flores que exhalen simpáticos olores, como por ejemplo la cebolla. Las moscas son muy sensibles a la temperatura y cuando ésta baja, por orden de alguna investigación, todas las moscas desaparecen del monte por arte de extraña gracia. El monte parece invernar, no huele y esconde su aspecto de carroña. Pero al momento que suba la temperatura, por cualquier orden o necesidad de la empresa mosquera, sin que se perciba de donde vienen, las moscas  reinician el proceso  de oviposición y eclosión larval. En este nuevo ciclo todas las moscas son otras pero el monte es el mismo y pasa a exhalar los mismos perfumes de carne putrefacta.  
¿Un monte en tales circunstancias podría ser el pulmón de alguna cosa?
Claro que aquí no toca hablar de ningún órgano vital del cuerpo humano. Ningún baúl es vital a la esencia de la vida. Una caja todavía lo es mucho menos y una caixa, aunque sea buena en los tramites de acumulación y transito financiero, no es vital a la oxigenación del pecho gallego. Ningún banco estaría dispuesto a costear los cuidados por presencia de tos ferina, pulmonía o tuberculosis.
Luego, es de algún otro tipo de empresa que deberemos centralizar el rego por el cual habrá de deslizar el pensamiento. Por cierto, no se trata de una empresa cualquiera como la de aquella vaca marela, que daba leche merengada todas las tardes de otoño. Trata-se de la empresa de dos cajas, gestoras de particulares ahorros en consorcio con ahorros públicos de una determinada comunidad.
Cuando estas dos cajas no existían en mi pueblo (mi = eufemismo de lo que nunca fue mío) dos otros bancos (Banco de España y banco Pastor) gestionaban toda actividad financiera necesaria a la transacción de valores monetarios entre Cee y su capital provincial. Los empleos no llegaban a media docena y entre ellos se incluían los que a mí parecían sus dueños. Con el tiempo, otros bancos llegaron, y a cuenta de panzudas inversiones fueron comiendo los banquillos locales. Los gallegos, de región española con tempestivo pero glorioso pasado, fueron encogiéndose hasta alcanzar el tamaño de una autonomía de emirato dependiente.
No es de buena familia el querer apoderarse de territorios ajenos por el uso de arcos y flechas, ni siquiera con tacape (porreta indígena) es moralmente permitido. El mismo resultado se puede obtener por medio de papelitos contratados por liberalidad e inteligencia de sus duendes.  Diga-se a boca pequeña que tales duendes dispondrán de más libertad, de más poder y de mucha más inteligencia y más descripción y muchísimos menos empleados, cuando se concentran en oligopolios como medio de alcanzar el duopolio, primero, y la excelencia y poder conferida por el monopolio, después. 

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