martes, 1 de diciembre de 2009

CEBO AL GALLEGO

Cebo al gallego
Cebo y su anagrama beco tienen mucho en común.
Cebo es algo engañoso que se pone para que alguien, que nos interesa por alguna razón (generalmente desprovista de buenas intenciones),  muerda el anzuelo para caer bajo el dominio de nuestra voluntad.
Beco es una palabra portuguesa que puede traducirse al castellano como callejón o callejuela y se emplea como condimento de muchas fórmulas capaces de producir en la estrategia política una gran variedad metafórica. Cuando alguien tiene rabia de alguien, manifiesta tal sentimiento de una forma educada y pulida mandándolo a un beco sin salida.
No sabría decir si esta fue la verdadera intención del señor Aguarón, antes durante y después de las charlas individualizadas ao carón de los individuos gallegos en Francia, incitados uno a uno para que retornen a Galicia al amparo de un 70 por cien de un mínimo que, por ser mínimo, lo rebajan al máximo para que el gallego que caiga en el anzuelo resbale por la barranquilla y penetre en un beco sin salida.
Dicen que el hombre es el único animal capaz de caer en la misma trampa dos veces. Bueno,  no es mi caso. Yo resbalé  una vez y me fui al beco de cuerpo y alma con todos los requisitos plasmados en una cartilla del PP, maravillosamente impresa y ofrecida al precio de inscripción voluntaria en sus filas.
Del punto de vista macroeconómico, la idea que pone de manifiesto el deseo político de ofrecer hogar a los gallegos emigrados revela una inteligencia superior,  inteligencia que exalta la superioridad de nuestro mandatario sobre todos sus mandados.
Galicia necesita mejorar sus cuentas externas. No podrá hacerlo vendiendo leche a los franceses, ni audis a los alemanes, ni trigo a los argentinos, ni petróleo a los brasileños. Estimulando los emigrantes y hacerlos convencer de que es bueno su retorno a Galicia, Aguarón conseguirá derrumbar dos o más pájaros con una cebadada en la boca de lobo (o cajadada, aquel báculo cayado que daba equilibrio y asustaba al faraón por la mano artera de Moisés).   
Mal o bien, mucho o poco, todos los emigrantes tienen bienes y derechos. Para retornar definitivamente a Galicia, tendrán, los emigrantes, que vender sus bienes en Francia  y portar sus derechos en documentos protegidos por acuerdos internacionales. Estos derechos, en Galicia, serán transformados en rentas de créditos a débito del erario francés. En la contabilidad española, el euro francés será  transformado en divisas y en euros españoles. En el mercado gallego, la divisa y su contrapartida en moneda española se transformará en mercancías y servicios, de los cuales el Estado, la Autonomía y el municipio arrancarán, sin haber contribuido en el esfuerzo de su ingreso, más de un cuarenta por cien a título impuestos y contribuciones de cualquier naturaleza.
En el año 2002 yo mordí el anzuelo del retorno a España. Conseguí desencolar sus clavos de mis labios a un coste que pagaré hasta el final de mis días. ¿Ocurrirá lo mismo con esos 19.161 gallegos residentes en Francia, atraídos por la morriña exhalado del cebo de aguarón  a un beco sin salida?

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