domingo, 20 de diciembre de 2009

LEY DE TODOS

Una ley de cajas para el bien de todos.
En el año 2002 sentí la gran diferencia de pertenecer a la nación de los Todos y ser excluido de la protección de su gobierno. Fue ahí que percibí que Galicia era una y los gallegos éramos otros. Por Galicia todos dábamos lo que teníamos. Por un gallego Galicia se mostraba sorda, ciega y muda.
Para entender lo que estaba ocurriendo, recurrí al Tora, pentateuco escrito sobre los orígenes de mi historia.
En Génesis descubrí que el padre de todos mis padres se llamaba Adán y que la madre de todas mis madres fue una costilla que arrancaron al padre de todos mis padres, durante una mala dormida en aquellas camas horribles de césped que había entonces. A pesar de su origen óseo, la madre de todas mis madres era carnuda, bonita  y extraordinariamente esbelta. Un regocijo para el padre de mis padres que vivió con su particular costilla un idilio permanente durante muchos y muchos años.Un día, por cualquier circunstancia que las malas lenguas atribuyeron a una inofensiva culebra, mi padre, con la costilla dentro de la maleta, resolvió abandonar la cálida selva tropical y se fue a la emigración, por la vía más difícil que Dios había construido sobre la Tierra con el nombre estrecho y gélido de Bering.
No se decirles si los adancitos nacieron antes o después de haber descubierto que tenían churumbeles, y que  los churumbeles servían para alcanzar la eternidad. Lo que si parece ser seguro, porque la ciencia de alguna forma así lo explica, es que en oleadas al embrujo del tiempo, Adán y Eva fueron avanzando por todo el continente euroasiafricano, siguiendo el rabo del misterioso sol. El camino era único, porque no habiendo más que un sol, y la luna siendo inconstante la mayor parte de las noches, todas las direcciones llevaban a lo que parecía el fin de la tierra, la tierra en que mi madre me parió.
Hasta llegar a mi momento, la historia necesitó algunos millones de años y el título de cinco libros escritos y pergaminados  por Moises sobre las arenas escalofriantes del desierto arábigo. Cuarenta años le llevó para escribir la historia de la nación, tu nación, mi nación, la nación de Todos. Y yo aquí, sentado a la sombra de una palmera,  me siento algo cansado por el rumbo ligero que siguen sobre el tablero las yemas de mis dedos pandereteros.


Una ley para todos fueron las tablas de Moisés, arrancadas a golpe de martillo sobre una piedra llana. Al cambio de tanto esfuerzo, a Todos era exigido diezmos, primicias y todo lo demás que fuere necesario al buen vivir del gobierno de Todos, sin que necesariamente tal gobierno sirviera a Todos.
Así también, por similitud con mi vida y con las leyes entabladas, Feijóo, de la tribu de Galicia, señor de Duio y de la república de Percebes, propone ley de las cajas, por la que, a bien de Todos, serán engullidas 300 oficinas, 1300 trabajadores irán al paro (o a la prejubilación que es casi lo mismo) y 1100 millones de euros serán, por anticipado, los diezmos y primicias de tan magnánimo esfuerzo.
No se de los otros, pero yo, los 300 oficinistas, los retornados, los aislados en las grúas del puerto de Vigo  y una pequeña tropa de inmigrantes desempleados, ¡como seríamos felices si hiciéramos parte del Todo que compone los bienes públicos de la nación gallega, referencia legítima de la nación española!


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