Insoluble
Me es difícil dar inicio a este escrito. No sé por donde empezar. A la pregunta de Alfredo, no se lo que responder. Delante de la sarcástica exclamación de Luis, me quedo mudo. Delante del binomio cuestionado por el otro Luis, veo como se obscurecen las puertas del abracadabra y las sombras me inundan con un extraño frio, preludio tal vez de la nueva era glacial que parece avanzar a la deriva de un gigantesco iceberg.
Nada puedo hablar del alma que alberga el cuerpo de las hembras en la fauna de Conde. Pero si yo tuviera que hablar del espíritu animal que pulsa el sentimiento de mis cuatro pajaritos (dos periquitos y dos agapornes) me pasaría el mes entero abestiado en la contemplación de sus celestiales virtudes. Han probado su fe en el ánimo que los mantiene unidos en un espacio de puertas abiertas por donde salen y entran a su entero placer. Por su esperanza, me hacen sentir el pulso de la vida en sus ciclos diarios; y la confianza demostrada en momentos de regocijo me hacen prever la existencia de un mañana mejor, en que la compresión mutua entre todos los que habitamos este planeta será posible. La caridad la practican en toda su plenitud, desinteresadamente en el revoloteo de sus alas, en el canto estridente de sus voces, en la repetición del eco cuando al amanecer sienten mi presencia, en una picada matrera en agradecimiento al esfuerzo de mantenerlos con agua, comida y gayola lavada. ¿Si tienen alma? Yo y mi amigo Conde no tenemos duda.
¡Pero que irónica es la vida! El humano animal necesita del sarcasmo mordaz para sacar miel a su existencia. Necesitamos pelearnos por el derecho a que otros no tengan cualquier derecho en el culto de sus vidas. Exigimos leyes que se opongan a las leyes escritas por dios y heredadas por el poder sabio de la naturaleza, infelizmente muy agotada por el combate insano del sabio humano. ¿Necesitan los pájaros salvaguardas a su propiedad intelectual? ¿De que le velería tal propiedad si no hubiera otros pájaros para compartirla? ¿No es dulce saberse querido y leído aunque sea por la virtualidad de Internet?
Binomio infeliz ese que nos propone que escojamos entre solvencia y galleguidad. La simplicidad de la expresión esconde la potencia canónica de la complejidad exigida por los coeficientes binomiales en la triangulación de Pascal. Nada fácil de entender, aunque lleguemos a un determinado resultado. La caja es un cofre a donde van parar los ahorros derivados del sudor humano por el esfuerzo de la junción copulativa. Otro esfuerzo aparece dándole la forma disyuntiva de una sublime transformación sin auditoria de un estado previo de liquidez. Y es falacia introducir, en el argumento binomial, coeficientes en que, a efectos prácticos del empleo, la inversión en accionistas internacionales ofrece más garantía que otra formada por el trabajo del gallego ahorrador. Con sinceridad, responda a la pregunta ¿Qué vale más, un pájaro en el campo gallego o mil en las dunas de Dubái?
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